Se ha tomado como la mayoría de los políticos unos días de descanso Albert Rivera. Lleva 19 mil kilómetros a cuestas realizados en el último mes de preelectoral y, en unos días, comienza oficialmente otra carrera hacia las urnas autonómicas, municipales y europeas. Con cansancio pero también con satisfacción por los resultados del 28-A afronta el líder de Cs la vuelta al ruedo político la próxima semana, en la que tiene una cita relevante en la agenda: se verá con el presidente en funciones Pedro Sánchez el martes, en La Moncloa, dentro de la ronda de encuentros impulsados el socialista. Allí tendrá oportunidad de confirmar al ganador de las elecciones que no piensa prestarle apoyo para su investidura pero que, sin embargo, el veto naranja al PSOE no se extenderá al 26-M, apuntan desde su partido, con excepciones muy concretas.

Con 57 escaños en los bolsillos y casi igualado en votos al PP, Rivera explicará a Sánchez, si la cuestión sale a colación, que muchos de sus barones y alcaldes podrán contar con al respaldo de Ciudadanos para gobernar en sus territorios, del mismo modo que habrá candidatos naranjas que solicitarán ese aval al PSOE. Su objetivo es salir de esta segunda vuelta electoral con mucho más poder del que tenía hace apenas un par de meses y con una imagen más centrista de la actual, por lo que evitará ceñirse únicamente a pactos con los populares y apoyo externo de Vox, abriendo el abanico también a la izquierda.

Se recalca que los aspirantes del PSOE a presidir comunidades o ayuntamientos que tendrán más posibilidades de contar con Cs, si les hace falta y dan los números, serán los que han defendido "sin ningún género de dudas" la Constitución y no han coqueteado con el nacionalismo o los independentistas. Con este argumento intentan sortear la supuesta contradicción que supone colocar un cordón sanitario a Sánchez en las generales, a quien acusan de haber traicionado a España ante los secesionistas catalanes, y consentir apenas un mes después coaliciones con otros socialistas.

UN DEBATE DE LA NACIÓN

Fuera de esa cobertura queda el caso del candidato madrileño Ángel Gabilondo, para quien sí se mantiene el veto (y se advierte que puede haber algunos más) alegando que sus postulados económicos son antagónicos a los de los naranjas. La realidad es que Madrid, tanto a nivel regional como municipal, se ha convertido en una de las obsesiones de Rivera, que espera que sus aspirantes Ignacio Aguado en la comunidad y Begoña Villacís en el ayuntamiento toquen poder. Se da la circunstancia de que en esta autonomía, como sucede asimismo en Andalucía, Baleares, Aragón, Valencia y Cataluña los naranjas han quedado por encima o en empate técnico con un PP en profunda crisis y, salvo sorpresa de última hora, condenado a perder algunos de sus tradicionales bastiones en las próximas elecciones. Eso, después de haber caído hasta los 66 escaños en el Congreso.

Ese declive en el partido de Pablo Casado pretende aprovecharlo Rivera para, de facto, liderar la oposición. Se ve en su derecho a intentarlo con un PP en descomposición y más de cuatro millones de votos en las legislativas, pisándole los talones a los conservadores. Además, cuenta con reforzarse y afianzarse en el centro tras el 26-M. En su tú a tú con Sánchez le pedirá un debate de estado de la Nación este año, además del de investidura. Es obvio que quiere forzar enfrentamientos públicos con el presidente. Le avisará que será especialmente vigilante en lo que a Cataluña concierne y tenderá la mano para llegar a acuerdos puntuales durante la legislatura en cuestiones de Estado.