La cumbre informal de Sibiu, celebrada el pasado 9 de mayo, abrió oficialmente el debate sobre la nueva cúpula europea que gobernará la UE durante los próximos cinco años. Y las elecciones europeas celebradas este domingo han terminado por marcar el terreno y las posibilidades que tendrán los posibles candidatos. En juego, cinco altos cargos que serán clave en el nuevo organigrama y con capacidad para dotar de mayor influencia al país que los ostente: la presidencia de la Comisión Europea, la del Parlamento Europeo, del Consejo Europeo, del Banco Central Europeo y el de Alto Representante para la Política Exterior de la UE.

Las maniobras hace semanas que comenzaron pero se han intensificado tras unos resultados electorales que dejan tras de sí un Parlamento Europeo más fragmentado que nunca, con un Partido Popular Europeo y un Partido Socialista Europeo en retroceso y que, por primera vez, no serán suficientes para sumar una mayoría absoluta entorno al nombre del sustituto/a de Jean-Claude Juncker al frente del Ejecutivo comunitario.

El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, aspira a conseguir un acuerdo en la cumbre prevista para el 20 y 21 de junio. Para preparar el terreno ha convocado hoy a los jefes de Estado y de Gobierno de la UE a una cena informal en Bruselas con el objetivo de recabar un mandato para negociar con la Eurocámara y los gobiernos un paquete de candidatos que deberá tener en cuenta distintos equilibrios: de género, geográfico, tamaño o político.

La nueva cita europea llega precedida por encuentros bilaterales preparatorios al más alto nivel. Este lunes, en París, se han reunido el presidente de Francia, Emmanuel Macron, y el español Pedro Sánchez que aspira a recuperar el peso perdido en los últimos años. El objetivo de Sánchez es aumentar el peso de España en Bruselas y situar al ministro de Exteriores en funciones y antiguo presidente del Parlamento Europeo (2004-2007), Josep Borrell, en la vicepresidencia del Ejecutivo comunitario, informa Eva Cantón desde París.

Macron se ha reunido también en los últimos días con el socialista portugués Antonio Costa y el liberal holandés Mark Rutte, en lo que parece un intento por sortear la mayoría obtenida por el PPE y a su candidato a presidir la Comisión, el alemán Manfred Weber, y tiene previsto hacerlo hoy con los primeros ministros de los países de Visegrado (Polonia, Hungría, República checa y Eslovaquia).

El nombre de Weber sigue, en todo caso, estando sobre la mesa. Tanto la sucesora del Merkel, Annegret Kramp-Karrenbauer, como el presidente del PPE, Joseph Daul, o el secretario general del PPE, Antonio López Istúriz, han cerrado filas en las últimas horas con él y con un puesto que quieren conservar dentro de su familia política. «Seguimos siendo la primera fuerza política en Europa» y «esto significa que le corresponde al PPE la presidencia de la Comisión Europea. Manfred Weber, nuestro candidato, debe ser el próximo presidente», zanjó.

Su nombre, sin embargo, no es del gusto de todos los líderes europeos. Por ejemplo, el griego Alexis Tsipras y el húngaro Viktor Orbán han dicho abiertamente que no lo quieren al frente de la Comisión. Además de estas voces díscolas hay otros dirigentes opuestos al sistema de spitzenkandidaten, por el que el próximo presidente de la Comisión solo puede salir de la lista de candidatos propuestos por los grupos políticos. En este grupo figuran el luxemburgués Xavier Bettel o el propio Macron que quiere una alternativa y seguir controlando el proceso.

Y es aquí donde entran en juego otros nombres alternativos. Más allá del holandés Frans Timmermans (PSE) y la danesa Margrethe Vestager (ALDE), en este baile de sillas también suenan Michel Barnier, Christine Lagarde, Antonio Costa, Kristalina Georgieva, Dalia Grybauskaite, Angela Merkel, Mark Rutte, Charles Michel o Jens Weidmann.