No eran pocos los cuadros del PP que se rebotaron cuando vieron llegar a Maroto, el perdedor de las generales (fue responsable de la campaña de su partido). «Pero... ¿Qué pinta este aquí?», se decían forzando la sonrisa mientras el cortejo electoral desfilaba por la calle de la Libertad, en el Tubo zaragozano. El aludido, sin embargo, parecía muy feliz de haberse quedado sin su escaño por Álava. Su testimonio valía como explicación del fracaso: «Quien pierde es quien vota dividido».

Temas muy manidos

Todas las candidatas y candidatos manejan, fundamentalmente, programas basados en la rutina, en los viejos asuntos y sobre todo en los argumentarios generales (ideológicos) de los respectivos partidos. Las propuestas territoriales o locales beben en inercias que desde hace decenios tienen a la Comunidad aragonesa entretenida dándoles vueltas a temas aparentemente irresolubles: desde las cuencas mineras y la térmica de Andorra (causa perdida, y bien perdida) hasta el campo de fútbol zaragozano, pasando por detalles tan cucos como las operaciones asfalto en la capital o la iluminación navideña... hasta el futuro jamás despejado de la antigua estación de Canfranc. El muestrario, articulado siempre en torno al fantasma de la despoblación, ni siquiera entretiene ya a la ciudadanía ni la apasiona. Aliaga (PAR) es el único que sigue con esas y similares cuestiones sin aparente desaliento. Un auténtico guerrero tierranoblense.

Se habla de sanidad y educación de acuerdo con los enfoques más manidos. El PP, por boca de Beamonte, clama contra las insoportables izquierdas y desdeña la gestión que la actual administración autonómica (la presidida por Lambán) ha llevado a cabo en los grandes servicios. Olvida no ya los recortes del Gobierno Rudi, sino el hecho de que, por ejemplo, el actual Ejecutivo PSOE-CHA ha logrado poner en marcha las obras de los hospitales de Alcañiz y Teruel; obras, por cierto, que la derecha no para de boicotear, con acciones tan desdichadas como el empeño de la alcaldesa turolense, la popular Enma Buj, en paralizar la construcción del nuevo centro sanitario para quitarle méritos a la competencia.

El efecto péndulo

Otro candidato del PP, el zaragozano Azcón, ha advertido expresamente a los miembros de la Unidad de Apoyo Operativo de la Policía Local cesaraugustana (los UAPO) que no se desprendan de sus uniformes. Si es alcalde, los repondrá junto con la denominación del equipo, eliminando la medida del alcalde Santisteve (ZeC), quien además de cambiarles la indumentaria quiso llamar al grupo Unidad de Refuerzo Flexible (URF). Es la ley del péndulo: hacer y deshacer.

Y no es que los programas no oferten supuestas innovaciones, como el plan de formación en informática que Alos (PP) propone en Huesca, o la sugerencia de su homóloga y conmilitona turolense, la citada Buj, para convertir a la capital bajoaragonesa en una smart city, u otras propuestas más o menos tecnológicas en la línea de las que ayer plantearon e incluso escenificaron en la sede de Etopía el propio Lambán y la candidata socialista en Zaragoza, Pilar Alegría. Pero la mayor parte de estas apuestas por el futuro no dejan de ser muestrarios de buenas intenciones, en la misma línea de otras ofertas que prometen parques de viviendas públicas, campañas de ayuda a la rehabilitación de inmuebles o ventajas a quienes se instalen en las comarcas más vacías. No queda claro cómo se llevará a cabo y cómo se pagará todo ello.

El fondo de la cuestión

De lo que apenas se dice nada es de la financiación de la autonomía aragonesa y de sus numerosos municipios. La Comunidad arrastra un déficit insalvable que se agudizará conforme se avejente aún más la población y sea preciso atenderla con centros sanitarios, residencias y una red asistencial efectiva.

Mientras, los partidos se afanan en lo que consideran más conveniente para sus intereses electorales. Podemos exhibe su vocación feminista como una bandera de enganche para las (y los) votantes. Daniel Pérez (Cs) va de acá para allá, dotado casi del don de ubicuidad. Intenta acabar con lo que tal vez él considere un problema pero que podría ser su mayor ventaja: el hecho de que casi nadie le conoce.

Tienen hartito al charcutero del Mercado Central de Zaragoza: «Vienen aquí -dice-. Se hacen la foto. Te comprometen sin pedir permiso. Y encima... ni compran».