Mujeres de taconazo, de mocasín, de fular o de bufanda de lana, prácticas o coquetas, mujeres, mujeres... Llenaron la iglesia de un antiguo convento franciscano del siglo XVI convertido en centro cultural de Cáceres. El mismo marco en el que Alfonso Guerra anunció en 1991 que dimitía como vicepresidente. Carmen y Sole, dos de esas mujeres, esperan desde hace rato en la puerta para ver a Zapatero. Carmen trabaja en la Junta de Extremadura y estudia para unas oposiciones, así que anda inquieta, no sabe si irse o esperar. "Zapatero, hijo, ven ya, que tengo que estudiar y hacer la comida", suplica. Pero el líder llegará una hora tarde. "Pues a mi marido le pongo la ensaladilla que sobró de anoche", informa a Sole resuelta a cometer la diablura.

Durante la espera se forma una hilera enorme para ir al lavabo de señoras. "¡Qué cola!". "No, las colas van para el otro lado", responde picarona una mujer señalando el servicio de caballeros. Están exultantes. Cuando llega Zapatero se abalanzan sobre él como si hubieran visto a Javier, el de los Pecos. Una demostración de ardor femenino de todo punto desmesurada e injustificable. Le absorben en un tumulto. "¡Guapo!", se desgañitan algunas.

Por fin, comienza el mitin. Zapatero pinta la vida de las mujeres españolas como un infierno. Menos mal que anunció que el 14-M será "el principio del fin del machismo". Y siempre está ahí Ibarra para sacudir el muermo. El presidente extremeño empezó en plan teórico del feminismo, explicando que la igualdad no consiste sólo en que los hombres frieguen los platos de vez en cuando, sino en compartir el sentimiento de culpa de las mujeres cuando, por ejemplo, tienen que dejar a sus hijos al cuidado de otra persona para ir a trabajar.

Pero enseguida se adentró en aguas procelosas y empezó a hacerse preguntas de este calibre: "Qué duele más, ¿la ablación del clítoris o la ablación de tus derechos por ser mujer?". O esta otra: "Qué hace más daño, ¿Salsa Rosa o Aquí hay tomate ?". Uf. O la mejor de todas: "¿Por qué cuando él pide que le traigas las zapatillas, en lugar de decirle que se las traiga tu mamaíta, no le dices que se las traiga tu papaíto?". Y una, que pensaba que ese gesto tierno de acercarle las pantuflas a tu media naranja ya no se estilaba, se quedó helada al ver que aquello revolvió las tripas de las allí presentes, que aplaudieron a rabiar.

Apoyo a Cascos

El líder extremeño soltó otra preguntilla con la que echó un capote a Cascos por el acoso que sufre por su noviazgo con María Porto. Inquirió así: "Quién es más culpable, ¿el político que tiene un amor con una mujer inofensiva o el que va a la guerra?". Eso estuvo bien. Mejor que Fraga, que al aludir a la fama de mujeriego de Cascos espetó una vez: "No me preocupa que le gusten las piernas de las mujeres, me preocuparía que le gustasen las de un guardia civil".

Carmen y Sole al final se quedaron al acto. Todo tiene solución. Como decía el anuncio aquel de Gallina Blanca, echas unos polvitos para hacer la sopa y así lo mismo te da tiempo de probarte tres faldas como de hacerte mechas o ir a un mitin. Pero Zapatero, hijo, a ver si ganas y haces que el marido de Carmen, la próxima vez, la ensaladilla se la prepare él.