España es un país de anormalidades. Las dos ciudades más importantes, Barcelona y Madrid, carecen de río-río. Eso da alas, a veces, a capitales de entidad menor pero orgullosas de sus cursos hídricos. Es el caso de Valladolid, que tiene el Pisuerga como cauce representativo de su identidad. En buena lógica, el río ha estrenado estos días un barco que recorre 12 kilómetros bajo el nombre de La leyenda del Pisuerga . Todo un símbolo.

Porque aquí, pese a lo que dicen los lugareños, nada es lo que parece, sino que lo que es no lo parece. A lo concreto: Zapatero, que nació en Valladolid, es de León; y Aznar, que nació en Madrid, es de Valladolid. Posiblemente sea así por la pertinacia de la niebla.

ZP llegó ayer a su lugar de nacimiento para darse un baño (no en el Pisuerga, sino en un estadio) de multitudes. Y lo cierto es que su mitin movía a la gente. Había ambientillo en la ciudad, que gobierna Javier León de la Riva, el ginecólogo de Ana Botella. Lo ha llenado todo de parques y paseos. Y los devotos de san Gregorio se lo agradecen pensando que esto siempre ha sido así.

Pero la cosa es para menos. Valladolid fue una ciudad llena de ferroviarios y tipógrafos rojos antes de que el pistolero José Antonio Girón y el pistolero Onésimo Redondo, ayudados por militares golpistas, los fusilaran a casi todos. Y Valladolid ha tenido hasta alcalde socialista, que también montó parques. Los montó en medio de los conflictos de FASA, más propios de la Barcelona de 1936 que de otra cosa: asambleas directas, puesta en cuestión de todo.

Zapatero ha tenido aquí una buena ocasión de profundizar en su discurso. Un discurso que a algunos les parece plano, poco agresivo. Un discurso que pretende revolver las tripas del electorado y se queda en un educado "propondremos un pacto".

Batalla difícil

Castilla y León no se mueve fácil. Las encuestas, y la calle, indican casi siempre lo mismo: 21 romanos por 11 cartagineses. La batalla va a acabar como siempre. ¿Por qué? Porque Castilla y León es lo más parecido a un experimento europeo. Las subvenciones apañan y los fondos Feder sirven para hacer hermosas avenidas de plátanos bajo los que pasearán de nuevo, a partir del día 14, votantes de uno y otro signo.

No le piden los que le van a votar que ponga las cosas patas arriba, que ya casi nadie está para eso en España, por suerte. Pero le piden que monte un poco de pollo. Por ejemplo, si habla a los jóvenes, no basta con que les avise de que van a tener una universidad con más becas y mejor calificación. Los jóvenes que están de su parte le piden que les llame a la rebelión, a no conformarse con ser objeto de reformas universitarias, sino sujeto de los cambios que urgen.

En Valladolid comenzó a crecer la estrella de Aznar. A costa de Demetrio Madrid, que dimitió para demostrar su inocencia, y cuando la demostró se encontró con que Aznar le había quitado la silla. Los socialistas de Valladolid quieren que les llamen a rebelarse. Porque hay cosas que no se borran fácilmente. Una de ellas es la memoria de cualquier ciudad. Incluida la que adopta a Aznar.