Veo las horas pasar en el reloj de la iglesia. A las 12.30 los niños salen de clase. Me imagino todo lo que les queda por vivir, ese lazo tan fuerte que les une a la vida. Pero como todo, cuando menos te lo esperas, ese lazo se suelta como el de una zapatilla; como el de esa niña que, con una sonrisa de lado a lado de la cara, ve cómo su madre agita la mano en señal de llamada, mientras ella se esfuma como si de una mota de polvo se tratase.