-¿Cómo se vive en los campamentos de refugiados saharauis?

-Son unas condiciones realmente muy difíciles. Además se siente nostalgia por tu tierra, por tu gente, pero también se vive mucho entusiasmo y te sientes muy importante porque estas luchando por una cuestión tuya, por tu país, por la constitución de tu estado y sobre todo porque sabes que estas defendiendo una causa legitima y justa.

-¿Dices nostalgia por tu tierra.? Cuéntame como fue tu partida.

-Salí con 16 años cumplidos. Fue una mañana de repente, porque de madrugada corrió la noticia de boca en boca que los marroquíes estaban entrando por la zona de norte. Sin más, unos jóvenes nos organizamos y dijimos «aquí los marroquíes no nos van a pillar, tenemos que salir lo antes posible».

Éramos tres chicas y cuatro chicos. Nos fuimos a una ciudad al sur del Aaiun, Guelta, donde se dieron las primeras revueltas. Allí estaba el primer puesto del Frente Polisario. A partir de allí nos fuimos incorporando a la organización de los campamentos. La nostalgia siempre está presente porque yo dejé mi tierra y muchos familiares; llevo 43 años sin ver mis dos hermanos porque están en las zonas ocupadas y sueño con verlos algún día en un Sahara libre.

-¿Pensabas entonces que los campamentos eran una solución temporal?

-Sí, sin duda y lo sigo pensando, sigo pensando que algún día volveré a mi país. Es la única esperanza que tenemos los saharauis, volver a nuestra tierra libre

-Han pasado 43 años y la autodeterminación no se produce ¿Qué se siente?

-Mucha decepción, sobre todo con Naciones Unidas. Nosotros habíamos puesto todas nuestras esperanzas en que la comunidad internacional tomara cartas en el asunto, Hemos puesto todo el empeño en ello, colaborando al cien por cien, y vemos que hay otros intereses que son más importantes que el derecho de un pueblo a ser libre.

-¿Cómo están organizados los campamentos?

-Cada campamento está dividido en seis Dairas (pueblos) y cada Daira en cuatro barrios. La gente está organizada como si viviera en un pueblo o una ciudad cualquiera del mundo. Lo único que todo lo que tenemos y de lo que vivimos viene de la ayuda internacional que recibimos: nosotros, nuestros dispensarios, nuestros colegios, guarderías, centros de abastecimiento. La ayuda que nos llega la organizamos de tal manera que casa uno tenga lo que le corresponde y seguimos el día a día así, enfrentando situaciones muy difíciles y la escasez de todo.

-Debe ser difícil la educación de los niños, pero además ¿cómo se les transmite un mensaje de esperanza?

-Todos los niños y niñas de los campamentos están escolarizados gracias a la organización montada por las mujeres saharauis. Tenemos un plan nacional de educación elaborado por los mismos saharauis con nuestra geografía, nuestra historia, así como materias que se impartan en cualquier parte del mundo.

En cuanto el mensaje de esperanza, no se necesita transmitirles a los niños absolutamente nada, porque desde que nacen el día a día en una situación de guerra. Nosotros estamos en territorio argelino e intentamos que los niños lleven una vida relativamente normal, pero ellos ven que sus padres se van a las zonas liberadas (zona de guerra), que sus madres están trabajando todos los días, pero no reciben a cambio dinero sino una ayuda internacional, que la ayuda viene porque esto es un conflicto, porque somos refugiados.

-¿Qué esperanzas guardas?

-Las mujeres en especial y el pueblo saharaui en general tenemos puesta la esperanza en la Comunidad Internacional y en Naciones Unidas, para que nos permitan ejercer nuestro derecho. Marruecos no tiene ningún derecho sobre nuestras tierras. Internacionalmente se reconoce que es un país ocupado, que hay un derecho de autodeterminación no concluido, que se tiene que llevar a cabo.