Hay reflejos en los charcos

que hacen compañía a la Luna

porque, seamos sinceros,

la Luna sufre.

Sufre porque su vida es un continuo crecer

para intentar hacerse fuerte,

pero siempre,

siempre

vuelve a hacerse pequeña,

del mismo tamaño

y de la misma forma

que tienen tus uñas arañándome la espalda.

Esas uñas que se clavan en mi piel

y noto cómo van dibujando una especie de corazón

entre gemidos…

Por el simple hecho

de acercarme a tu cuello

y respirar en él.

Es verdad,

puede que ya no sea lo mismo,

puede que tú estés cambiando

y que yo ya lo haya hecho…

Pero si hay algo de verdad, que queremos,

estoy en el borde del precipicio al atreverme a pronunciar la palabra amar,

si hay algo que amamos…

Entonces nada importa que todo haya cambiado,

porque,

precisamente nada

es lo que soy

cuando no estás a mi lado.