Hola.

Quizá no te acuerdes (muy bien) de mí

porque el alcohol hace muy bien su trabajo,

pero hay caricias de tu pelo en mis hombros

y rastro de ti en mi memoria.

Además de una herida que sigue cicatrizando,

a cámara lenta, en tu espalda

de la que sólo me dijiste el arma que te la hizo

pero que fue suficiente para saber

que sigue sangrando algunas veces.

Un par de caladas para intentar que, junto al humo,

se desvaneciese parte de tu pasado

y lo único que ha pasado es que te diste cuenta

de que con el humo también te puedes atragantar.

Un abrazo que no lo recuerdas, por su puesto,

pero que ahí está al fin y al cabo

De noche pierdes la vergüenza,

a plena luz del día el rojo tiñe tu piel.

Me dices: “saluda tú primero, ya sabré yo porqué”.

Sentados en un banco sin tarjetas

que los créditos son el final de las películas

y no el principio de los poemas,

los 4 vientos me castigan por gritarles

que mis zapatos apuntan en tu dirección,

que los sueños que van por mis venas

hacen más ruido que las peleas

que hay en mi cabeza por ti.

Por cierto: me ha dicho la poesía

que ha sido un placer que te escriba.

Espero que a partir de ahora me recuerdes:

Nos vemos en nuestro próximo poema.