Recuerdo la primera vez que participé en un concurso de debate. Fue en diciembre del 2018, en la Facultad de Derecho de la Universidad de Zaragoza. Recuerdo cómo nos juntamos todos los miembros del club en la recepción del colegio y nos dirigimos a la universidad impresionados por la grandeza del lugar, viendo los cientos de personas que llenaban el aula magna, todos listos para el debate.

Sin embargo, creo que si sólo hubiese ido allí de visita no hubiera sido un recuerdo especialmente relevante, habría sido una experiencia más del colegio. Lo que la hace especial es la preparación que lleva detrás, juntarse cada dos lunes a pasar una hora aprendiendo sobre un tema que hasta entonces era desconocido para mí; preparar dos posturas, sin importar mi opinión personal.

Creo que el Club de Debate es, sin duda, un excelente ejercicio de estimulación del pensamiento crítico, un modo de pensamiento que cada vez escasea más en la sociedad. Pero no solo eso, el debate también es un ejercicio de empatía, ponerse en el lugar del contrincante, intentar adelantarse a lo que refutará, intentar pensar como lo haría él.

Si todos estos argumentos no te hacen ver el Club de Debate como una excelente actividad complementaria, permíteme que te diga que el ambiente que rodea todos los concursos de debate no es nada competitivo, sino al contrario: es un ambiente de nervios, claro, pero también de educación, respeto y amabilidad. En pocas palabras, un ambiente agradable que te recomiendo.