El Instituto Aragonés de la Juventud (IAJ) acogió el pasado 3 de febrero una jornada formativa sobre el uso de los dispositivos móviles, las redes sociales y la tecnología digital en general. Esta jornada fue organizada por el CAREI y dirigida a padres y madres con hijos en edad escolar.

La ponente María Zabala desgranó a lo largo de la mañana algunas ideas básicas para que la utilización de las nuevas tecnologías suponga un impacto positivo en los jóvenes y para evitar algunos problemas y situaciones conflictivas relacionadas con su uso.

Destacó que la incorporación al uso de dispositivos móviles debería ser gradual: empezar con un solo dispositivo durante poco tiempo y pasar a un uso más prolongado y de más dispositivos progresivamente. Así mismo, algunas medidas que se deberían aplicar son las relacionadas con las contraseñas y códigos de acceso (siempre en manos de los padres y madres) y la orientación en la selección de ‘apps’: se deberían instalar ‘apps’ que realmente tengan una utilidad real y aporten algo a los niños y adolescentes, y habría que evitar el uso indiscriminado de este tipo de aplicaciones. Otro tema abordado fue el de los filtros de navegación o el uso de navegadores infantiles para edades tempranas.

El asunto de mayor relevancia durante la sesión fue el relacionado con el uso de los teléfonos móviles y de las tablets. La ponente insistió en que a la a la hora de entregar o comprar el primer móvil la decisión en todo momento tiene que ser de los padres. Hay que plantearse una serie de preguntas y reflexiones como, por ejemplo: ¿para qué lo quieren?, ¿para qué lo usan?, ¿qué móvil es más adecuado y qué servicios?, ¿cuándo entregarlo? Igualmente es necesario dejar claras una serie de normas, límites y condiciones de uso. Más que imponer nada deberíamos establecer un diálogo constante para fomentar una vida conectada positiva porque nuestros hijos nos necesitan implicados en su educación digital.

En definitiva, no se trata de permitir o prohibir tablets y smartphones, redes o apps, ni tampoco dejarles navegar a sus anchas, leer sus mensajes o controlar su mail, y mucho menos si después se va a usar esa información para regañar o castigar, sino de incorporar lo digital a la conversación y favorecer un entorno familiar, social y educativo que los prepare para un uso responsable. No estamos educando a usuarios de pantallas. Estamos educando a los futuros ciudadanos digitales y para ello tenemos que hacer un seguimiento de sus inicios en la vida conectada para abrir espacios de conversación sobre con quién se comunica y cómo, sobre qué juegos utiliza más, o qué fotos y vídeos comparte.