Desde pequeña he imaginado cómo sería llegar al final a cuarto curso de ESO, sin embargo, nunca habría pensado que lo viviría en una situación similar a la que tenemos en el mundo actualmente. La pandemia y el virus nos dejaron a los estudiantes, entre muchos otros, un futuro muy incierto desde su comienzo en marzo y han acabado alterando nuestra forma de vida en muchos aspectos, uno de ellos, el nuevo comienzo escolar. A día de hoy, miles de estudiantes nos vemos afectados por el cambio sistemático de los colegios.

Concretamente mi curso efectúa la semipresencialidad, una modalidad de estudio en la que debo asistir a clase algunos días lectivos y el resto los llevo a cabo en casa, además con un número reducido de compañeros. Objetivamente, creo que esta nueva forma de impartir clases es necesaria en virtud de la emergencia sanitaria que vivimos. Está demostrado que de esta forma y con la responsabilidad individual, hemos conseguido reducir el número de contagios. No obstante, desde mi punto de vista como estudiante creo que también nos desfavorece en algunos aspectos.

Cada día que realizo la enseñanza desde casa me esfuerzo por seguir una rutina parecida a la que llevaría estando en el colegio, pero no es lo mismo. Pierdo la relación social con mis compañeros y con mis profesores, tampoco favorece mi concentración, pues me siento en un lugar habitual y cómodo en el que no estoy acostumbrada a realizar clases y es extraño permanecer ahí sabiendo que la otra mitad de mis compañeros se hallan en clase, sumado a todas las molestias que se pueden presentar en un hogar como, por ejemplo, los ruidos o distracciones.

También siento que se va retrasado con respecto a la materia y las explicaciones, debido a que no se puede avanzar todo lo que se debería y, como consecuencia, se va mas agobiado para poder cumplir con los contenidos. El éxito de esta modalidad de enseñanza también depende en gran parte de cómo la desarrolle el docente y principalmente del interés individual de cada alumno, que no siempre es el máximo y esto dificulta la tarea de nuestro profesorado. Por otra parte, creo que este tipo de enseñanza nos ayudará a fomentar la constancia, el hábito de estudio, la habilidad para la organización del tiempo y la autoexigencia de cada uno, entre otros.

Personalmente, mi recuerdo del primer día de este extraño curso, cuando entré a clase por primera vez, es de una gran nostalgia al regresar, pero lo que más impacto causó sobre mí fue sentir cómo la clase estaba medio vacía, ya fuera por la distancia entre nosotros o por sentir que me faltaban la otra mitad de mis compañeros. A pesar de ello este curso intentaré disfrutarlo, aprender y ser constante.

En definitiva, el tiempo dirá cuál es la efectividad de esta enseñanza semipresencial. El éxito académico y sanitario está en nuestras manos.