Te quitaste la chaqueta y la echaste en el suelo del lavabo. Era lujoso y parecía muy limpio, pero no querías arriesgarte a que su vestido se llenara de polvo.

Le hiciste un gesto para que se sentara encima y así hizo. Tú te pusiste de rodillas frente a ella abriendo el neceser y sacando la sombra de ojos para aplicársela con cuidado. Posaste una mano en su mejilla para tener más sujeción y que no apartara el rostro, sintiendo su tranquila respiración atravesar la tela de tu camisa. No pudiste evitar acompañarla con la tuya.

Aún se podía escuchar la música en la sala de abajo y el murmullo de las personas. Poco ibas a aguantar si no empezabas a atacar las bandejas de comida y champán. Igualmente, debías comportarte.

Dejaste la sombra y agarraste un lápiz y la máscara, empleándolos primero en un ojo y luego en el otro. Te echaste un poco hacia atrás para observar el maquillaje sin poder evitar sentirte orgullosa. Agradecías que ella no te pudiera ver en ese momento al tener los párpados cerrados.

Recogiste todo en el neceser, pero antes de cerrarlo, sacaste una barra de labios. Sujetaste su barbilla con la yema de tus dedos y elevaste su cabeza levemente. Rozaste la barra con suavidad causando un pequeño tic en sus ojos, pero que disimuló abriendo la boca sutilmente.

Le subían manchas rojas por el cuello y no le dejaba de temblar la barbilla. Colocaste la barra en una de las baldosas y ella entreabrió los párpados para mirarte. Con lentitud, dejó escapar un suspiro que parecía haber estado aguantando desde que habíais subido, y tragó saliva.

Acariciaste su barbilla suavemente, paseando tu mirada por su rostro, hasta capturar sus ojos con los tuyos. Tenía las pupilas dilatadas y sentías el calor que empezaba a desprender su cuerpo. Estaba ahí. El momento. Al alcance de tu mano. Ese deseo tan desesperado.

Desviaste la mirada carraspeando y recogiste la barra en el neceser mientras te incorporabas. Intentaste no mirarla directamente al mismo tiempo que alargabas tu brazo en su dirección y la ayudabas a levantarse con cuidado. Preferías no tener que ver su reacción porque sabías que te dolería más.

Te agachaste para atrapar la chaqueta antes de que ella pudiera cogerla y la sacudiste un poco. Después, te la volviste a poner y elevaste un brazo en su dirección. Ella lo entrelazó con uno de los suyos, apoyando la mano del otro un poco más arriba y salisteis del lavabo en silencio.