Aunque había muchas ganas de ver a España triunfar en Eurovisión, una vez más, no pudo ser. Mi canción, o nuestra canción, volvió a fracasar en una nueva edición del festival europeo en la que la intérprete israelí Netta Barzilai se hizo con el micrófono de cristal por Toy, un alegato feminista y antibullying, seguida por la beyoncé chipriota Eleni Foureira, que quedó segunda con su tema Fuego.

Esta edición de Eurovisión ha sido la más vista en España de la última década. El dueto protagonizado por Amaia y Alfred, ganadora y finalista de la última edición del popular concurso televisivo Operación Triunfo, mantuvo pegados al televisor a casi 7,2 millones de espectadores en nuestro país.

Sin embargo, pese a las altas expectativas que estos jóvenes habían generado con su buena química sobre el escenario (y fuera de él), España acabó en el puesto 23 de 26, una posición a la que los representantes españoles en el certamen están más que acostumbrados. En las últimas ediciones del festival, solo Ruth Lorenzo y Pastora Soler han logrado colarse en los diez primeros puestos.

Los propios Alfred y Amaia reconocieron tras su actuación y con la naturalidad que les caracteriza que el puesto era «un poco mierda», y Amaia, la joven de Pamplona que encandiló a medio país con sus interpretaciones de temas como City Of Stars (con Alfred), Shake It Out o Miedo en el talent show de Televisión Española, comentó a los periodistas que en lo que rodea a Eurovisión hay «bastante postureo». en referencia a que en el concurso «se presta más atención a cosas ajenas a la música que a la propia música».

Las acusaciones de politiqueo a Eurovision son algo habitual. Hay países que votan a aquellos con los que tienen mayor proximidad geográfica y cultural; sin embargo, si esto fuera así Portugal no hubiera ganado hace dos años, con la balada Amar pelo dois interpretada por Salvador Sobral.

Marcos Remón, de la Asociación Oficial de Eurofans de España, asegura que para ganar Eurovisión hace falta más que los votos del vecino. «Si no te votan todos los países, es imposible ganar».

Este profesor de Secundaria del IES Tiempos Modernos de Zaragoza no cree que exista este tipo de influencias en Eurovisión. «Nadie hace postureo para ganar. Son cantantes que tienen su originalidad y ganan», asegura, y recuerda que «Eurovisión no es un festival solo de canciones, sino de puesta en escena y de saber transmitir lo que se canta».

En este sentido, Remón considera que este año la actuación de los representantes españoles en el festival no ha dado el do de pecho. «Ha sido muy pobre, era la que menos efectos luminosos tenía y la que menos llamaba la atención». Además, indica que la canción «era muy normalita» y «ellos estaban extremadamente nerviosos de verse en un festival tan grande que les pilla con una edad muy temprana».

El docente, que viajó a Lisboa para ver la final, asegura que esta edición ha sido uno de los mejores en puestas en escena porque se ha dado mucha libertad a los países, pero «España nunca hace nada espectacular, no quiere hacer algo que sea rompedor». Lo mismo piensa el periodista y eurofan zaragozano Diego Guillén, que también disfrutó en directo de la final del festival en Lisboa. «Es el gran fracaso de España de todos los años, parece que no sabemos hacer espectáculos para televisión».

A él, la canción de Amaia y Alfred no le parecía «la mejor del mundo para Eurovisión» y cree que «no han sabido llevarla a un escenario europeo y televisivo». No obstante, reconoce que «no cantaron mal y merecían un puesto mejor».

Al final, se cumplieron todos los pronósticos y volvió a ganar la canción «más friqui» del festival, dice Guillén. «Después de dos años ganando baladas, ya era hora de que ganara algo más divertido, por eso los dos primeros puestos han sido para las canciones más marchosas y diferentes».

El periodista sostiene que las canciones de Chipre e Israel «no tienen una gran complejidad musical pero consiguen su objetivo, que la gente baile y se anime». Y es que en Eurovisión «no gana la mejor canción, sino la canción que conquista en ese momento al público», agrega.

Según Remón, la canción Toy de Netta «era una canción muy creativa, muy bien defendida, con mucha personalidad y con todos los ingredientes para ganar. El jurado la votó sobre todo porque era muy original, con un mensaje implícito y a la gente era la que más le gustaba». Para el profesor, «al igual que en el arte, la música tiene que transmitir», aunque dice que si la canción no hubiera tenido un mensaje feminista «hubiera ganado igual».

«Son canciones que se salen de lo habitual, sin más», concluye Guillén, que apunta que «si fuera por mensaje y postureo, la ganadora de este año debería haber sido Francia con su canción sobre la inmigración y los refugiados en Europa, pero no logró captar la atención del público».