El ciclo de la vida de un ser humano en la Tierra termina con su fallecimiento. La sociedad se ha tenido que acostumbrar a la pérdida de familiares, amigos o conocidos, año tras año. Algunos se van de forma natural, sin ningún tipo de dolor o sufrimiento, pero sin embargo hay muchos otros que se aferran a la vida sin quererlo, deseando terminar ese duro momento aunque las leyes les impiden hacerlo. Así es, solamente en cinco países del mundo, esta práctica, la eutanasia, está legalizada.

Primero de todo, ¿qué es la eutanasia? Según la Real Academia Española, este método se denomina «intervención deliberada para poner fin a la vida de un paciente sin perspectiva de cura” o como “muerte sin sufrimiento físico». Es decir, la eutanasia engloba todas aquellas técnicas médicas que se aplican de forma voluntaria y consensuada para acelerar la muerte de una persona con una enfermedad incurable o terminal.

Existen dos tipos de eutanasia; la directa y la indirecta. En la primera de ellas, de forma activa se administran al enfermo productos químicos tóxicos que provocan la muerte instantánea, y en la pasiva, se administran medicamentos que van enfocados a paliar los síntomas y a aliviar el dolor del paciente, aunque acaban provocando la muerte como «efecto secundario» después de un tiempo.

Sin embargo, viéndolo de forma ética, siempre se ha considerado esta práctica como un homicidio, un hombre pone fin a la vida de otro, ya sea de un acto positivo, a la omisión de la atención y el cuidado. Un acto que termina con la vida humana, la defensa de la dignidad del paciente o las repercusiones sociales que conlleva este método.

Los argumentos a favor de esta práctica son muy apoyados por la mayoría de la sociedad actual, entre estas; el derecho a una muerte digna, el derecho a que cada cual disponga de su propia vida. Así, los principales grupos que están en contra de la eutanasia son la Asociación Médica Mundial (tanto del suicidio con ayuda médica como de la eutanasia) y la Iglesia, que la considera como un grave mal moral y un acto de egocentrismo y egoísmo.

Todos nosotros deberíamos tener libertad para la elección de cómo queremos morir, sin embargo las personas que se encuentran en esta situación, están muy vulnerables a sentir o decir cosas por el estrés o sufrimiento causado. Podríamos decir que el dolor o miedo les ciega y solo ven la manera de auto medicarse para ponerle fin.

En mi opinión, veo esta medida como un «homicidio», ya que yo sería incapaz de ponerle fin a un ser humano (familiar o conocido) en el caso de que me lo pidan. No soy nadie para finalizar la etapa de nadie, entiendo que sufren y que posiblemente nos les quede mucho tiempo de vida, pero aun así no tienen porqué dejar este mundo con la sensación de «me han tenido que medicar para yo irme». Quiero tener la conciencia tranquila de que yo no he decidido sobre la vida de otra persona, o incluso de terminar con ella.