Todo el mundo quería ser como tú.

Querida, Eva Blasco ¿quién no había oído tu nombre correr de boca en boca en el instituto?

Eras como la luna, puesto que dos caras poseías; la iluminada, la que dejabas ver, aquella donde acarreabas a tus espaldas la carga de la perfección, la cadena del qué dirán, aquella donde tu bello rostro maquillado y tu cuerpo escultural aprobado en la sociedad valían más que tu gran corazón y tu brillante mente, pero posiblemente solo era yo quien lo percibía; ya que, tenías el arte de poder dibujar sobre tu rostro una perfecta expresión de aparente felicidad digna del mismo Frans Hals. Eva ¿acaso te inspirabas en él? Pero volvamos al tema, no nos olvidemos de tu cara oscura, cuando el telón se caía y dejabas de pretender, la oscuridad es aquella que te abruma cuando el llanto se vuelve incontrolable y deseas esfumarte como el humo del vaho, de manera ligera y natural. En tu lado oscuro eras irreconocible ¿quién diría que la «Miss Perfecta» pasaba las noches en vela llorando por el comportamiento de su figura paterna? ¿quién diría que en ocasiones tenía que reprimir su sufrimiento para atenuar el de su madre? ¿quién diría que el exceso de maquillaje por el que era criticada cubría heridas que «nunca cicatrizarían»?

La hermosura que poseías era perfecta, pero te condenaron, Eva, a ser una triste flor artificial, de esas que no florecen pero tampoco fallecen, y tú te condenaste a lo que deseabas con ganas, ser una muñeca de aparador a la que tanto anhelan, pero no con buenas intenciones ¿Por qué te hiciste esto? Eras la mejor siendo tú, no un reflejo de alguien más, pudiste volar contra el viento y ser libre de toda presión, amainar la tormenta.

¿A qué costo te hiciste perfecta? ¿La satisfacción de tus padres? O mejor dicho ¿la de tu progenitor?

Estoy haciendo lo que me imploraste hace mucho tiempo, que dejara de utilizar el vocablo usual para designar a quien procreó con tu madre para crearte. Según tú, no se merecía ser llamado así, puedo recordar que te pregunté qué si tan malo era, interrogante que tiempo después, resolví con mis propios ojos. También recuerdo que juraste odiar el alcohol por los estragos que causó en tu familia, e igualmente recuerdo como acabaste convirtiéndote en el alma de la fiesta y como sus consecuencias fueron destruyéndote poco a poco. Sin vida, sin luz propia, con las medidas perfectas gracias a tu mala condición física por la cual por poco tu vida termina, podrida por dentro y por fuera, pues te encargaste de acabar con tu dulzura y renacer en amargura y agrura. ¿Qué le pasó a Eva?

Los rumores corren y al mismo tiempo se agravan sin poder evitarlo. Hay quien dice que fue por causa de la muerte de tu madre, nunca llegué a saber si llegaron a tus oídos las explicaciones que la gente atribuía a su misteriosa muerte; hay quien dice que fue por culpa de tu cambio de instituto ¿es verdad que te fuiste por los insultos de la pandilla de Raquel? Pensaba que no te importaban; hay quien dice que fue por culpa de Tomás, ese ex novio tuyo con el que acabaste por sus celos extremos, no sé cómo pudiste aguantar tanto en esa relación tóxica, fue en ese momento en el que dejé de verte como alguien admirable y es

que consentías sus mandatos, dejaste de vestir como siempre, consiguió apartarte de tus amistades más cercanas y lo peor, es que me aseguraste que no era nada del otro mundo, lo veías normal. Cuando te enamoras de alguien es normal pensar en esa persona, idealizarla, pero, ¿cómo idealizas a alguien del cual conoces en su mayoría lo peor?

Sin embargo, yo sé la razón.

Sé que le pasó a Eva Blasco.

Eva Blasco, no tuviste suerte ni ayuda.

Quizás si te hubiera ayudado en su momento, nada de esto habría pasado.

Relato ganador del Certamen ‘Igualdad de Género y Consumo’ del Gobierno de Aragón, en la categoría de segundo ciclo de Educación Secundaria.