A veces es necesario echar la vista atrás para comprender. Comprender quiénes somos y hacia dónde queremos ir. El olvido es nuestro mayor enemigo, ya lo dice esa cita tan famosa: «Aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla». La memoria no solo nos habla del pasado, sino también de nuestro presente, por eso debemos conocerlo y, aún más importante, entenderlo; aún más en tiempos donde el cambio es constante.

Ahora que hemos cambiado de década es el momento oportuno para hacer esta reflexión. La ciencia y la tecnología ha sido lo que más se ha desarrollado en los últimos diez años. Hemos presenciado la creación de los smartphone y su evolución, la inteligencia artificial, los drones, etc. Además, hemos llegado a una comprensión del universo nunca vista. Se han conseguido hitos como demostrar el Bosón de Higgs o fotografiar un agujero negro, y gracias a las redes sociales, la palabra ciudadanos del mundo ha cobrado sentido; se ha conseguido la conexión de millones de personas disgregadas por todo el mundo y la comunicación entre ellas en segundos. Sin embargo, también hemos visto sus efectos más tóxicos, derivados del mal uso.

En el campo de los derechos humanos también se han conseguido grandes pasos, debido en parte a las nuevas tecnologías. Estos últimos 10 años han surgido movimientos como el 15-M en España en contra de una política que protegía a los bancos e ignoraba a las personas, o la abrumadora expansión del feminismo que ha conseguido romper tabúes como las agresiones sexuales. Y cómo poder olvidar que ha sido por fin cuando hemos tomado responsabilidad de nuestras acciones y se ha dado la mayor huelga estudiantil de la historia por el cambio climático.

Cuando se dan cambios tan bruscos y rápidos siempre surge una oposición. Los cambios asustan porque hacen replantearse qué papel ocupas en la sociedad. Ese miedo puede alimentar los sentimientos más funestos de las personas: la ira, la rabia, el odio... Estos últimos años, los fanatismos han proliferado y han contaminado nuestra sociedad.

Se han perdido demasiadas vidas inocentes en la causa fútil del yihadismo. Y hemos vivido demasiado cerca el extremo nacionalismo. El conflicto separatista catalán ha provocado una oleada de odio por ambas partes. Igual es el momento de dejar de buscar culpables y encontrar una solución de verdad, sin ver al otro como nuestro enemigo.

El pasado ya no se puede cambiar y juzgarlo es inútil. Debemos aspirar a aprender de él y no cometer los mismos errores. Se presentan tiempos nuevos y nadie con certeza sabe hacia dónde nos dirigimos, solo aspiro a que las decisiones que se tomen en el futuro estén guiadas por el sentido común y las mejores intenciones. ¡Felices años 20!