«La falta de curiosidad o inapetencia por las culturas ajenas es, a mi entender, un índice de decadencia y pasividad…», escribió Juan Goytisolo.

Una de las facetas del mediador intercultural es compartir costumbres sobre diversas culturas que nos sirven para conocernos mejor como personas, para estrechar las relaciones de una comunidad o para un mayor conocimiento aparte de la literatura, música, pintura, etc.

Es evidente que las tradiciones y costumbres cambian con el paso de tiempo como resultado de las nuevas experiencias y conocimientos de la nueva sociedad o por influencia de otros grupos sociales, pero también es evidente que algunas guardan «la fuerza de celebrarse».

En el mes de febrero, en Rumania se celebra la fiesta tradicional del Dragobete, concretamente el 24 de febrero que, originariamente, simbolizaba la llegada de la primavera: las aves construían sus nidos, el oso abandonaba su madriguera y la naturaleza despertaba del letargo invernal.

Dragobete es un ser mitológico que se diferenciaba del San Valentín de la tradición católica por ser un hombre guapo, inquieto e impulsivo. Dragobete protege el amor de aquellos que se encuentran en el 24 de febrero, haciendo que su amor dure todo el año. Aunque hubo un tiempo en que era una celebración generalizada en todo el país, actualmente sólo se mantiene en Valaquia, al sur. Este día, los jóvenes de los pueblos rumanos se mostraban llenos de alegría mientras exclamaban Dragobetele saruta fetele (¡Dragobete besa a las jovencitas!).

Son muchas las creencias populares con referencia a Dragobete. Por ejemplo, se pensaba que las personas que estuvieran en la celebración permanecerían a salvo de las enfermedades durante todo el año o que Dragobete ayudaba a los dueños de casa a tener un año provechoso.

Vestidos de fiesta, los jóvenes se encontraban frente a la iglesia y partían a buscar, en los bosques y valles, flores de la primavera recién estrenada. En el sur de Rumania, las chicas regresaban corriendo al pueblo, seguidas por un muchacho al que gustaban. Si el chico era rápido y la alcanzaba, y, además, le gustaba a la chica, ella lo besaba delante de todos. Este beso significaba el noviazgo por un año o más. De esta manera, el Dragobete se convertía en la oportunidad de que toda la comunidad se enterara de que, quizá, habría bodas para el otoño. Las personas mayores debían cuidar los animales y las aves del cielo; de hecho, no se sacrificaba ningún animal en ese día. Las mujeres casadas acostumbraban a tocar a un varón de otro pueblo, para ser cariñosas todo el año. ¿Qué otras fiestas conocéis de Rumania?