Ese gesto lo cambió todo entre nosotras para siempre. Sabía que ya no la podría mirar con los mismos ojos ni pensar en ella de la manera en la que hasta ahora lo había hecho, porque ya no iríamos las dos contra el mundo, ahora cada una iría por su lado. Nuestra amistad se había roto. Todo por la maldita Guerra Civil. Pensaba que estaríamos juntas para siempre, pero no, ahora cada una estaba en un bando. Las dos habíamos perdido a mucha gente y odiábamos estar en esta situación tan despiadada e inhumana. A veces tenía la tentación de ir a su casa y huir con ella a Francia o Alemania y no volver hasta que todo hubiera acabado, pero después recordaba que apenas teníamos 13 años y que si alguien de su familia me descubría, me mataría a balazos. Pero a veces la esperanza me jugaban una mala pasada, ya que mi cabeza me hacía pensar en lo que podría pasar si todo saliera bien. Pasaban los días y la situación se estaba descontrolando cada vez más, ya ningún rincón era seguro. Estoy decidida, ya no puedo soportarlo. Mañana, al anochecer, pondré en marcha mi plan. Deseadme suerte, porque puede que esta sea mi última carta.