La línea internacional de Canfranc guarda una historia digna de las mejores noveles de espionaje e intriga. Cuando se hizo el túnel, entre 1908 y 1914, Europa se encontraba al borde de la I Guerra Mundial. Durante la década siguiente terminó de construirse todo el trazado y los trenes comenzaron a circular por la línea en 1928, un periodo de muchas turbulencias en el continente que condicionaron algunos aspectos técnicos, como el ancho de vía (la distancia entre raíles) que en España era distinto al resto de Europa para evitar posibles invasiones por tren.

Con la II Guerra Mundial, entre 1939 y 1945, la línea de Canfranc y su icónica estación de trenes se convirtieron en una pieza clave del tablero político europeo y de sus intrigas. La línea fue utilizada por los nazis para sacar de Europa el oro y las obras de artes arrebatadas a los judíos. También los propios judíos huyeron del exterminio por los Pirineos, y los miembros de la resistencia francesa cuando los alemanes les invadieron.

En torno a la línea y a la estación de Canfranc se establecieron dos redes de espionaje internacional que se dedicaban a recabar información y a pasar mensajes de un lado a otro de las frontera hispanofrancesa. Una de las anécdotas más curiosas que encierran las paredes de la antigua termnial de trenes de los Pirineos es la de un jefe de estación que resultó ser un agente doble.

Hoy en día, se pueden conocer todas las historias de la legendaria línea ferroviaria gracias a las visitas guiadas que se realizan durante todo el año a la antigua estación de trenes de Canfranc, ahora con las limitaciones y medidas establecidas para detener la propagación del coronavirus.

Declarada Bien de Interés Cultural y catalogada como monumento desde el año 2002, la Estación de Canfranc se levanta majestuosa a pocos kilómetros de la frontera con Francia y el túnel que atraviesa los Pirineos. El elegante edificio constituye uno de los ejemplos más bellos en Aragón de arquitectura modernista y art decó.

La terminal está ubicado entre imponentes montañas y dentro de él destacan rincones como su paso subterráneo o el majestuoso vestíbulo. En su época de esplendor, la terminal recibía a los viajeros que llegaban a Aragón a través de las montañas con un hotel, un casino y la aduana.