Hay un montón de expresiones y frases hechas que se acomodan en nuestra vida cotidiana sin que sepamos muy bien de dónde vienen, lo que quieren dcir y el significado profundo que pueden adquirir a veces unas pocas y sencillas palabras.

Cuando me dicen algo como «todo el mundo lo hace», no puedo dejar de expresar mi sorpresa y siempre exclamo: «¿por qué?» Si hiciera lo mismo que hace el resto de las personas, ¿a qué me llevaría eso?, ¿a ser alguien normal?, ¿a mirar en vez de observar? Ese no soy yo, no estoy lo suficientemente loco todavía como para dejarme arrastrar.

Lo único que puedo afirmar es que soy lo que la lírica y la literatura me mande que sea y que por eso la gente no sabe escucharme, solo los que saben esperar y llegan a leerme pueden a lo mejor enternder un poco como soy. ¿Quiénes son esas personas? Esa es una buena pregunta, pero la respuesta no es algo tan simple como una lista de nombres. Nombres hay demasiados; personas hay millones. Pero, ¿y fantasmas? Quizás ignoremos el hecho de que hay muchos a nuestro alrededor junto a nosotros. ¿Que a qué me refiero? Pues muy sencillo.

No estamos hablando de una persona creída ni egocéntrica capaz de exagerar hasta el más mínimo detalle, nos encontramos ante un ser un tanto abstracto que no sabe muy bien qué hace aquí. Observamos a alguien que vaga sin más preocupación que encontrar un sentido a lo que nos rodea, a la existencia, al motivo por el que nos encontramos aquí, ajeno a otras precupaciones más banales.

Frases hechas como «la búsqueda es tan importante como el resultado», sin duda no podrían ser más falsas. Del resultado dependerá en gran medida que la búsqueda haya merecido o no haya merecido la pena. Esta idea se acerca algo más a lo que es la realidad.

Pero los fantasmas no saben qué están buscando. Al principio simplemente se buscan a sí mismos, luego empiezan a divagar e intentan expresar lo que sienten a través de escritos. El problema es que el mundo no está preparado para recibir tales emociones que suelen estar siempre acompañadas por alguna crítica.

Es por eso que los fantasmas seguimos abundando en la sociedad y de vez en cuando uno de nosotras logra su merecido reconocimiento. Aunque esto no cambia nadia, porque seguirá siendo un fantasma, un fantasm oculto tras una máscara de falsa felicidad, una máscara que en cada generación está más aferrada y camuflada que en la anterior.

Los fantasmas lo saben y pueden quitársela, pero no les sirven de nada, solo pueden susurrarle al viento sus ideas, sus historias más personales. A veces, yo intento también hablar pero no me salen las palabras, y es por eso que escribo, para que alguien logre expresar y sentir lo que yo no puedo.