Cada vez que compramos ropa, vamos al supermercado, heredamos una casa, montamos un negocio o cobramos un salario por nuestro trabajo. Muchos de los actos que realizamos en nuestra vida cotidiana conllevan el pago de impuestos. Los impuestos son cantidades de dinero que personas, empresas y otros organismos tienen que pagar a las administraciones y que sirven para financiar los servicios públicos. «Los impuestos se exigen a los ciudadanos en función de una serie de requisitos que se establecen en las leyes, son obligatorios y están ligados a la capacidad económica que tiene cada uno», explica el profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Zaragoza, Miguel Ángel Barberán.

Actualmente, el consumo, la renta y la riqueza son los tres puntos sobre los que se establecen impuestos. «A más renta o mayor nivel de ingresos, más impuestos. A más actos de consumo, que denotan una mayor capacidad económica, también se pagan más impuestos. Y a mayores niveles de riqueza, como tenencia de bienes, también se paga más», añade el economista.

Los impuestos cumplen una función esencial en la sociedad. «Son la principal fuente de financiación de las administraciones públicas», explica Carmen Trueba, también profesora de la Facultad de Economía y Empresa de la UZ. «Con esos impuestos y otros recursos que obtienen de otras fuentes, los distintos niveles de administración -Estado, comunidades autónomas y ayuntamientos- financian los servicios públicos de los ciudadanos, todo aquellos que creemos que es gratis para nosotros pero que realmente no lo es. Cuando llamamos a la policía, vamos al médico o asistimos al instituto, todo eso sale de nuestros impuestos».

Pero pagar estas cantidades de dinero no siempre cuenta con las simpatías de los ciudadanos. En los últimos meses están teniendo lugar numerosas protestas en las que varias plataformas ciudadanas exigen suprimir algunos tributos que consideran injustos o desproporcionados. Algunos ejemplos son el Impuesto de Sucesiones que han de pagar quienes heredan dinero o propiedades de un familiar o conocido que ha fallecido, o en el caso de Aragón, el Impuesto de Contaminación de las Aguas (ICA), que ha creado una gran polémica y mantiene enfrentados al ayuntamiento de Zaragoza y al Gobierno de la comunidad.

¿Un sistema justo?

El debate sobre cómo han de ser los impuestos para que se consideren justos en la sociedad no es nuevo. «Los impuestos existen desde la Antigua Roma. Siempre ha sido así y los sistemas fiscales van modificándose conforme los partidos políticos van formando parte de los gobiernos e imponiendo sus preferencias en la sociedad», valora Barberán.

Con el diseño fiscal actual, el profesor considera que en nuestro país «el principal aporte de recursos a la administración vía impuestos recae en la clase media, y no todas las personas que tienen gran capacidad económica pagan como les correspondería, normalmente porque están muy bien asesorados y la estructura tributaria siempre ofrece resquicios para eludir de forma legal el pago de tributos».

Además, impuestos como el de la renta de las personas físicas (IRPF), que todos los ciudadanos pagamos anualmente, tienen una gran progresividad, «cuanto mayores son los ingresos, más se paga». Mientras que los impuestos para quien tiene mayor riqueza y patrimonio o el impuesto de sociedades que pagan las empresas sobre los beneficios que obtienen tienen «un mejor trato» fiscal, aunque -dice el profesor- «también los tratamos mejor porque no queremos que esas fortunas o empresas se vayan a otros países con mejores condiciones fiscales».

Este contexto, dice el economista, hace necesaria una reflexión profunda de la sociedad acerca de para qué sirven los impuestos. «Todos los impuestos tienen una justificación. Los impuestos se pagan porque tú tienes una capacidad económica».

Y pese a las diferencias que existen en el sistema fiscal actual y la polémica que generan determinados tributos, ninguno de los expertos duda de la importancia que tiene pagarlos. «Las administraciones públicas se financian básicamente con impuestos. Estos son la gasolina y el recurso absolutamente necesario para que todo funcione cuando nos levantamos por la mañana y salimos a la calle», afirma Trueba. Barberán considera «impensable» que la gente deje de pagar impuestos o se reduzca drásticamente la recaudación a través de ellos. «Se deteriorarían los servicios públicos, que son esenciales y fundamentales. Es difícil imaginar una sociedad de este modo», sostiene el experto.

Ni dejar de pagar impuestos ni eludirlos. La lucha contra el fraude fiscal es una de las asignaturas pendientes de nuestro país, algo que permitiría recaudar más dinero para servicios públicos.

«Eludir impuestos es utilizar resquicios en la ley para encontrar formar de tributar más barato, mientras que evadir impuestos son comportamientos al margen de la ley, ocultar dinero y patrimonio», explica la profesora Trueba.

«Vivimos en una sociedad en la que se admite como un mal menor que se defraude, como cuando determinados futbolistas no cumplen con sus obligaciones. En otras sociedades el incumplimiento tributario está muy mal visto», apunta Barberán para concluir que «una sociedad que no penaliza a los defraudadores es una sociedad que genera más defraudadores».