¿Te imaginas que al cumplir 18 años, alguien te regalara un vale de 500 euros para gastar en libros, música, cine, cursos, teatro o suscripciones online? Pues algo así es lo que va a hacer Francia con los jóvenes de su país que alcancen la mayoría de edad. El conocido como pase cultural fue una de las promesas que el actual presidente galo, Emanuel Macron, realizó durante la campaña que le condujo al Eliseo. El proyecto se dirige a jóvenes de 18 años, que al llegar a esta edad recibirán un vale de 500 euros del Estado para invertir en productos y actividades culturales.

El pase permitirá comprar libros, deuvedés, entradas de cine, teatro y concierto, apuntarse a talleres o cursos o suscribirse a plataformas de streaming tipo Netflix. Para ello se ha creado una aplicación para móviles y tabletas, que propondrá a los usuarios servicios y actividades geolocalizadas, es decir, que se realicen cerca del lugar donde se encuentra el usuario, lo que sus propios creadores han definido como el Tinder de la cultura.

La iniciativa del gobierno francés se enmarca en la voluntad de democratizar aún más el alcance de la oferta cultural. «La transmisión de nuestra cultura es lo que hace que nuestros hijos se conviertan en ciudadanos franceses. El acceso al arte en todas partes y para todo el mundo es la misión primera de mi ministerio», ha señalado el ministro de Cultura galo, Franck Riester.

Por el momento, la aplicación se encuentra en fase de prueba, en la que participan 13.000 voluntarios de cinco departamentos franceses, el equivalente a las comunidades autónomas. Cuando el experimento concluya, Francia decidirá si generaliza el proyecto a todo el territorio. Si la experiencia resulta positiva y sigue adelante, 200.000 jóvenes podrían beneficiarse del pase cultural a finales del 2020.

Cultura gratuita y a un ‘clic’

En realidad, la aplicación podrá ser usada en el futuro por cualquier ciudadano francés aunque solo recibirán los 500 euros quienes celebren su 18 cumpleaños. La idea es que al llegar a esa edad, los jóvenes tengan total libertad para acceder a la cultura, pero también que este acceso se haga de un modo diferente y mucho más cómodo para ellos, en un par de clics desde cualquier dispositivo móvil con GPS. El propio ministro Riester lo ha definido como «un nuevo servicio universal de la cultura, de envergadura parecida, tal vez, a la invención de la televisión pública».

La experiencia del pase cultural francés no es algo nuevo. Se inspira en los bonos culturales que el primer ministro italiano Matteo Renzi creó en el 2016 y que siguen en vigor. En España hay iniciativas similares pero de menos envergadura y cantidades económicas. El pase cultural francés introduce novedades para evitar algunos de los inconvenientes que han surgido en Italia con los bonos culturales. Sus cupones también valen 500 euros y benefician a jóvenes de 18 años, pero en Italia se registraron episodios de fraude o reventa, y un 40% de quienes tenían derecho al bono no fueron a recogerlo.

En el pase cultural francés, el algoritmo de la aplicación funciona de manera muy distinta al de los gigantes de Internet: propone productos y servicios opuestos a los que el consumidor ha escogido previamente, en lugar de insistir en otros parecidos, para que los jóvenes puedan ampliar sus gustos y preferencias.

Por otra parte, para evitar que las plataformas de suscripción online acaparen la totalidad del cheque entregado a los jóvenes, el ministerio de Cultura piensa imponer un tope de 200 euros para los gastos en ofertas digitales. Para la compra de bienes materiales, como libros y DVD, cada usuario podrá gastarse otros 200 euros como máximo.

En cambio, no habrá ningún límite de gasto para las salidas culturales, como el cine, el teatro, los conciertos o los cursos y talleres comprendidos en la oferta.

Medida polémica

Aunque parece claro que a todo el mundo le gustaría tener 500 euros por la cara para poder invertir en música, cine, libros y actividades de ocio, los pases y bonos culturales tienen también sus detractores. Quienes apoyan la medida ven en ella una manera de fomentar el consumo de cultura entre los más jóvenes, además de hacerla más democrática, ya que todos los jóvenes pueden acceder a actividades y productos independientemente del dinero que tengan y de su clase social.

Por el contrario, los hay que consideran este tipo de iniciativas una manera de privatizar la cultura -que debería ser gratis para todos- y dar a cambio una limosna para que los jóvenes puedan disfrutarla. Otra gente opina que se debe subvencionar la oferta cultural y no la demanda. Otro argumento en contra es que los bonos priman la oferta institucional frente a otras formas de cultura más populares y menos elitistas, como el hip hop o los videojuegos. ¿Qué opinas al respecto? ¿Crees que una medida similar funcionaría en España?