Quienes pasean estos días por la avenida César Augusto de Zaragoza no pueden evitar posar su mirada sobre el nuevo Mercado Central o Mercado de Lanuza. El monumental edificio, que se levantó en 1903 junto a las antiguas murallas romanas de la ciudad, luce hoy una imagen totalmente nueva tras los dos años de trabajos de rehabilitación que le han devuelto todo su esplendor.

Las instalaciones se han renovado completamente, se ha limpiado su cubierta y su fachada devolviendo el lustre a la esmerada decoración en ladrillo y cerámica del edificio modernista, y se han instalado unas cristaleras que permiten observar desde fuera el trasiego de clientes en el interior del edificio y los 74 puestos de detallistas que alberga actualmente.

Entre las novedades, también destacan los cuatro nuevos establecimientos de restauración que ofrecen al público creaciones culinarias elaboradas con productos del mercado, así como una variada programación de actividades culturales y nuevos servicios.

En esta nueva etapa, el mercado se ha propuesto convertirse en un nuevo símbolo para la capital aragonesa. Zaragoza se suma así a la lista de ciudades europeas que han transformado sus mercados en un atractivo más para los turistas que las visitan con una variada oferta de compras, ocio y gastronomía.

«Es una razón más por la que visitar Zaragoza y permanecer en la ciudad», indica Carmen Herrarte, concejala de Economía del Ayuntamiento de Zaragoza, que también explica la importancia que las lonjas tienen para las ciudades: «Los mercados son muy importantes para la preservación de la identidad cultural local y para la economía circular».

En Zaragoza hay actualmente 40 mercados de proximidad. El Mercado Central es solo un ejemplo de cómo, lejos de desaparecer, estos espacios de compra se reinventan al calor del gusto por la alimentación sana y natural y la preocupación por el medio ambiente de las nuevas generaciones.

La ciudad y sus mercados

Los mercados han tenido siempre un papel importante en las ciudades aunque este ha cambiado con el tiempo. Hace un siglo, en ausencia de supermercados y grandes superficies, llenar la despensa pasaba irremediablemente por acudir a estos lugares, aunque la falta de relevo generacional -que los hijos no quieran hacerse cargo del negocio de sus padres- ha hecho mella en algunos de ellos.

En los mercados, los tenderos tienen un trato muy cercano con los clientes y «les asesoran sobre los productos que mejor han llegado ese día o, incluso, sobre la mejor manera de cocinarlos», explica Nati Lacal, técnica de la Unidad de Dinamización de Mercados del Ayuntamiento de Zaragoza.

Aunque son muchas las ventajas de comprar en estos establecimientos. En plena lucha de los agricultores por unos precios justos, las lonjas apuestan por los productos de cercanía. «En estos mercados hay sobre todo alimentos de la zona, de la ribera del Ebro y de la huerta zaragozana», indica Lacal.

Eso hace que comprar en estos lugares sea además más sostenible, ya que «el transporte es más corto y hay menos emisiones». Ademas, apostilla la técnica del consistorio, «quien compra en el mercado de al lado de su casa no coge el coche para ir a una gran superficie».

«Llegar a la gente joven»

En los últimos años, la preocupación por la alimentación ha llevado a muchos consumidores a volver la vista a los mercados de siempre. Y a su vez, los detallistas han tenido que adaptarse a los nuevos tiempos y necesidades de sus clientes. Un ejemplo son los horarios para que la gente que trabaja pueda realizar sus compras. Nuevos mercados como el de Valdespartera abren de 9 de la mañana a 8 de la tarde de forma ininterrumpida. Además, según Lacal, este «incorpora un pequeño supermercado para que los clientes puedan adquirir otros productos que no son de alimentación, un modelo que funciona muy bien y que quiere implantarse en otros mercados que se vayan abriendo».

El futuro pasa también por incorporar las nuevas tecnologías al oficio de tendero. Una de las novedades de la reapertura del Mercado Central es la puesta en marcha de un portal en el que los clientes pueden llenar su cesta de la compra a golpe de clic y recibirla en sus casas.

«Algunos detallistas ya utilizan WhatsApp para recoger pedidos y los hay que tienen web y venta online», explica Lacal, que augura que hacer la compra por internet o a través de aplicaciones móviles va a convertirse en algo tan habitual como utilizar el correo electrónico.

El objetivo, según la técnica, «es llegar a la gente joven y a aquellos que tienen malos horarios de trabajo». Y es que los mercados han hecho suyo aquello de «renovarse o morir» para seguir siendo esos espacios de compra y encuentro vecinal que dan vida a los barrios y son seña de identidad de las ciudades.