A día de hoy, es prácticamente imposible encender la televisión sin escuchar la última hora acerca del coronavirus. Así como las críticas, no precisamente constructivas, dirigidas a los altos mandos del gobierno y dirigentes del país. Supongo que es fácil opinar y acribillar a los demás, atrincherados en nuestro sofá desde dónde la decisión más importante que tomaremos en todo el día será si nos arriesgamos a arrasar el súper en busca de una mayor provisión, si cabe, de papel higiénico o, si por el contrario, reducimos un tanto la sobredosis de histeria y nos quedamos en casa viendo Netflix.

Por desgracia o por fortuna, regir un país implica un compromiso y dificultad algo mayor, las tareas de gobierno, ya de por sí complicadas se convierten en deporte de alto riesgo durante una pandemia de rigor nacional e internacional como la que nos encontramos. Y si no que se lo digan al bueno de Rajoy, que desde su casa estará diciendo "¡Bendita moción de censura!" y con toda la razón.

Creo y quiero pensar que todos estos críticos amateurs hablan desde su más humilde experiencia y formación médica, política o judicial y que entienden que las pullas que se lanzan desde la oposición son parte del juego político que siempre ha caracterizado la política del país, de ese "y tú más" o "pero tú peor" que utilizan todos los partidos para desacreditarse entre sí y ganar votos. Sabiendo que, en realidad, detrás de todo este circo mediático, asentirán ante las decisiones del presidente y voltearán hacia sus compañeros en busca de miradas cómplices que gritan al unísono "de la que nos hemos librado...".

Hasta donde yo sé, este virus no entiende de ideologías o nacionalismos, ni se va a erradicar de un día para otro por tomar las medidas políticas "perfectas" o más acertadas, básicamente porque estas no existen. Gobiernos de derecha, izquierda y centro están cometiendo los mismos errores ante una situación imprevista que escapa del dominio humano.

A todos nos gustaría contar, en estos momentos, con la intachable y políticamente correcta acción de gobierno de nuestra vecina europea Alemania o con la infalible, pero poco ortodoxa, eficacia china. Sin embargo, somos España y aunque no contemos con los mejores políticos y dirigentes, nos encontramos a la cabeza en humor y solidaridad de todo el mundo. Es precisamente esta empatía hacia los demás, característica que aflora en todos nosotros en las dificultades, la que me lleva a reconocer, como diría Sócrates, que "Solo sé que no sé nada", y por eso, me encomiendo a aquellos que se supone que sí lo saben. Porque a falta de una cura, nuestra unión y consenso será nuestra única y mayor arma.