Mi vida no será igual, se va la mujer más importante de mi día a día, aquella que me dio la vida, aquella que me enseñó a luchar por lo que quiero, a correr detrás de mis sueños, a no rendirme hasta conseguir lo máximo de mí, se va mi mayor apoyo. Hasta hace un par de meses creía que mi vida era dura, por el simple hecho de que el chico que me gustaba no me hiciera caso. Pensaba que era lo peor que me podía pasar, pero me he dado cuenta de que no valoramos las cosas nada, y cuando lo hacemos, es demasiado tarde. He tenido a lo mejor de mi vida delante de mí durante 16 años y he seguido empeñada en pensar que era mi enemiga, que solo quería amargarme cuando lo único que ha hecho hasta sus últimos suspiros ha sido amarme incondicionalmente. He pagado con ella mis enfados, frustraciones y rabietas de niña, le he gritado cuando algo me salía mal, la he creído culpable de mis fracasos por la presión que ejercía en mí para no verme caer, la he tachado de cotilla y pesada cuando solo se preocupaba por mi bienestar.

Mamá, he estado tan ocupada últimamente en intentar ser mayor y crecer, que no me daba cuenta de que así estaba dejando de vivir, y se me olvidaron las cosas buenas, solo me preocupaba por las cosas que hacías mal, sin pensar en lo bien que me sentía cuando en una actuación de ballet aplaudías sonriéndome desde la primera fila, de cuando estabas orgullosa por alguna buena nota o por algún logro, se me olvidó decirte que te quería cuando abrazándome no te cansabas de repetirme «te quiero hija» y ¿tanto me costaba decirte un «y yo mama»? No, no me costaba nada.

Simplemente nunca tuve el valor de decirte lo importante que eres para mí. Esperaba que lo supusieras, a pesar de las muchas veces que me has dicho la típica frase de «no soy adivina», yo seguía esperando que lo fueras aunque solo fuera en ese instante. Sé que nunca te he dado las gracias por absolutamente nada, y me arrepiento. No te di las gracias cuando al llegar el día de mi cumpleaños me hacías mi comida favorita, no te di las gracias por las horas extras que hiciste en el trabajo para poder pagar nuestros caprichos, no te di las gracias por darme un abrazo cuando las cosas no iban tan bien como me gustaría, no te di las gracias por solamente estar ahí soportando todo lo que has soportado durante todos estos años, no te di las gracias, no te di las gracias, no te di las gracias… Al final ese es el problema, lo que se me queda en el tintero y lo que ahora mismo no me deja dormir por las noches: el hecho de saber que te has ido para siempre, y yo, sin embargo, no te he hecho saber lo importante que eres para mí.

Sé que aquí dejas a tus hijos y marido rotos, y una familia destrozada por tu perdida, pero nos has enseñado algo muy valioso, y es que sabiendo que te ibas a ir por la maldita leucemia has vivido y disfrutado hasta el último día. Me duele que no vayas a poder ver mi graduación, ni la boda de tu hijo, ni cuando nazcan tus nietos. Te vas a perder muchas cosas, sí, pero sé que desde algún lugar nos vas a cuidar como has hecho hasta ahora.

Solo te voy a pedir una cosa más antes de darte mi último adiós y es que puedas perdonarme algún día por todo lo malo que pude hacer, por todas las noches que has pasado en vela preocupada porque llegara bien a casa, todos los disgustos que te he dado con los estudios, por todas las veces que te he mentido, por todas aquellas veces que te has matado a trabajar porque no me faltara de nada y no lo supe valorar. Perdón por no valorarte cuando estaba a tiempo.

Quería que esta elegía sirviera para despedirme de ti, pero quiero lograr mucho más, y es que todos los adolescentes, bueno, y adultos, todo el mundo valore y aproveche a su madre un poco más, porque todos sabemos que no son eternas y porque conforme vamos creciendo vamos dejándolas un poco de lado sintiéndonos así más mayores. De verdad, no vas a ser más infantil por decirle te quiero a tu madre delante de tus amigos, y quiero que por un instante pensaras en cómo sería tu vida sin tu madre... se ve muy negro ¿verdad?, una persona con dos dedos de frente será capaz de sacar algo en conclusión de mi elegía, porque las madres son el mayor regalo de nuestra vida, pero también a quien más debemos recordar lo importantes que son.

Después de muchos meses sabiendo de tu muerte he ido a terapias y psicólogos, pensando que así este día dolería menos, pero me he dado cuenta de que nunca vas a estar suficientemente preparado para despedirte de una persona a la que quieres y por eso ahora estoy aquí, delante de las personas que te aman y te amaran, delante de tu cuerpo inerte, y todo, para decir lo que nunca te dije.