Cada mañana la misma rutina, el mismo calvario, levantarme y escuchar por todas partes críticas y burlas hacia mí; hasta mis hijos en el colegio llegaban a padecer esta situación, pero ya hace mucho que esto comenzó, desde que empecé en este deporte; por una parte es algo que te motiva a entrenar y seguir mejorando al principio, pero hace ya 12 años que esto comenzó.

Como he dicho, cuando eres joven es algo que te inspira para mejorar y demostrar que no eres ese mediocre jugador del que se habla, que sí mereces vestir los colores de tu país y de tu equipo.

Sin embargo, con el paso de los años y conforme las críticas se hacían cada vez más duras, decidí dejar de prestar atención e inmediatamente borré todas mis redes sociales; sin embargo ellos seguían ahí, treinta, cuarenta, cincuenta o hasta sesenta mil espectadores que abucheaban o pitaban mis errores.

Aquello era un círculo vicioso, ya que cuanto más me pitaban ellos más nervioso estaba yo y, por lo tanto, más fallos cometía y así, sucesivamente.

Esto, obviamente, me afectaba mucho psicológicamente, incluso recuerdo un par de ocasiones que podrían parecer algo bizarras para cualquier forofo del fútbol: una de ellas fue cuando nos eliminaron de la Copa del Mundo de 2006 de la que éramos los anfitriones; lógicamente sentí tristeza, pero también un gran alivio por no tener que jugar más en tan exigente competición. Y la otra me ocurrió tan solo hace un par de años o tres, cuando, en un partido de liga, saliendo ya al terreno de juego, comencé a sentir unas ganas terribles de vomitar y tuve que tragármelo; la garganta me ardía por haberme tragado mi propia bilis y los ojos me lloraban muchísimo. Incluso llegué a pensar que las numerosas lesiones que sufrí los dos últimos años eran creadas por mi cuerpo para, simplemente, protegerme.

Pero gracias a Dios que todo ha terminado, me siento muy liberado al retirarme; por otra parte, no es algo que me haya hecho dejar de amar este deporte, pero jamás volveré a verlo de la misma manera.