Hace mucho tiempo, cuando yo aún aprendía las tablas de multiplicar, unas voces en forma de rumor llegaron a mis oídos, contando una terrible historia, de la cual nunca me olvidaré. Nuestro relato comienzo con Vega. Ella era una viajera que estaba recorriendo un país, desde el norte hasta el sur. En uno de estos recorridos, paró a repostar la gasolina de su automóvil.

Era de noche y necesitaba descansar para volver «ruedas a la carretera» al día siguiente. Al lado de la gasolinera en la que se estacionó, se encontraba por casualidad un hostal. Decidió, entonces, hospedarse allí hasta la mañana siguiente. En la puerta se encontraba sentado un señor mayor, de pelo blanquecino y con arrugas visibles por toda la cara. Era verano, pero aun así el hombre llevaba ropa larga y de aspecto desaliñado. Ella decidió entrar al hostal ignorando a aquel varón. Cuando pasó a su lado, él susurró algo inaudible, dejando a Vega confusa e intrigado por sus ocultas palabras. Con miedo, abrió la puerta del hostal y entró. Una mujer con uniforme la esperaba detrás del mostrador de recepción.

-¡Bienvenida al Inglaterra!, ¿en qué le puedo ayudar?-.

Le respondió que estaba buscando una habitación para pasar la noche. Ella le acompañó al cuarto y se dispuso a volver a su parte inicial. Pero Vega estaba descolocada. Cuando la recepcionista fue a coger la llave, se dio la vuelta buscando al hombre misterioso. Pegó un salto cuando vio que en la puerta del hostal, con las manos en el cristal y mirándole fijamente con las órbitas fuera de sus lugares. Sus ojos grandes y penetrantes contrastaban con la oscura noche, la cual emitía poca luz. Se dispuso a dormir, dejando la alarma del móvil puesta. Pero la imagen que había visto hacía momentos no era de fácil olvido.

Los minutos se volvieron horas y Vega sentía una presión dentro del pecho que la dejaba descansar. Al final, con angustia, se durmió. Poco rato después, se despertó. No había dormido demasiado, así que tardó en volver a sus sentidos. Sentía cosas moverse a su alrededor, oía sonidos que no conseguía definir. Sus ojos tardaron poco en abrirse, pero cuando lo hicieron, Vega decidió no haberlo hecho. Vio la criatura más monstruosa.

Solo podía mover sus ojos. Su cuerpo no respondía a lo que su mente le mandaba. Solo podía contemplar a aquel ser hasta que algo hizo clic en su cabeza. Se acordó del hombre de fuera del hostal. Era él. Pero con un cuerpo distintos, con tentáculos. Le caía mucosa y su cabeza era gigante. No podía hacer nada.

De repente, los ojos del engendro se agrandaron y Vega fue trasportada a otro lugar. Allí vio al señor de la ropa larga, en medio de la nieve. Lo vio caer y morir en medio de la ventisca. Algo dentro de su cabeza le explicó que el alma de él no pasó al cielo sino que quedó vagando en el mundo de los muertos esperando que alguien le rescatara. Volvió repentinamente a la realidad. Recuperó la movilidad y se incorporó de inmediato.

Nunca olvidó lo que vio. Recuerda: si ves a un hombre con ropa de manga larga, aspecto extraño y unos ojos saltones, teme, porque nunca escaparás.