Controlar la jornada laboral de un obrero de Opel, que entra, ficha, se engancha a la cadena de montaje, acaba, ficha de nuevo y se va, no es lo mismo que gestionar la de un comercial, que no siempre empieza y acaba a la misma hora, o de alguien que trabaja desde casa.

Son esos trabajadores cada vez más habituales en el mercado laboral los que más dudas generan a la hora de aplicar la nueva ley de control de la jornada laboral.

La norma establece que todas las empresas y todos los trabajadores, sean asalariados, jefes o profesionales que ejercen su oficio de forma itinerante o desde su propia casa, deben registrar la hora a la que empiezan y terminan de trabajar. Las empresas pueden escoger el sistema y deben conservar durante cuatro años los datos a disposición del interesado, los sindicatos y los inspectores de trabajo.

Para ello pueden utilizar cualquier sistema o medio, en papel o informático, apto para cumplir con la ley, es decir, que proporcione información fiable y que no se pueda manipularse a posteriori.

Actualmente existen distintos sistemas de registro de la jornada laboral. Los más habituales son los accesos al puesto de trabajo mediante tarjetas, llaves digitales o huella dactilar, aunque muchas empresas están eligiendo ya las nuevas tecnologías.

Hay empresas que utilizan programas que el empleado abre cuando inicia su jornada, sea en el centro de trabajo o en su casa, en el que vuelca la hora de inicio, la de finalización y en qué proyecto ha estado trabajando. Estos datos se almacenan en la nube y el trabajador puede consultar cuántas horas acumula a la semana.Otra opción son las aplicaciones en el teléfono móvil de los empleados para registrar las entradas y salidas, lo que implica que los datos de geolocalización del teléfono del trabajador pasen a los archivos de la compañía.