Habían pasado dos meses desde que hubo la gran guerra en nuestro pequeño pueblo, pero a pesar de eso nuestra diminuta familia seguía unida, nada nos separaba, pero cada vez que había una guerra, nuestro pueblo sufría catástrofes. Era por la injusticia del mundo, porque esto, no tenía nada de justo.

Ser piojos es muy difícil, no nos dejan vivir, champú por aquí, champú por allá, nos quitan a nuestras liendres con rastrillos gigantes. Pobres pequeñas liendres… En nuestro pueblo hay muchos terremotos de «montañas» y del cielo caen «cascadas» que inundan el pueblo entero y los «gigantes» cantan pequeñas canciones como «Adiós a los piojos» o «Para no volverlos a ver».