Fue hace poco. Volvía a casa una noche cuando... bueno, lo cierto es que solamente eran las siete, pero aquí siempre es de noche.

Ya estaba a unos pasos de mi casa cuando algo me despertó. era una conversación entre una madre y su hijo.

El chico, de apenas cuatro o cinco años, acababa de ver, aunque no creo que por primera vez, a un hombre. Un hombre que parece mayor, pero sólo porque su espíritu lo es. Un hombre desgastado, desesperanzado, cansado... Un hombre con una caja de cartón a sus pies llena de basura porque, al fin y al cabo, ¿qué otra cosa se puede buscar en un contenedor?

Y eso fue lo que el niño preguntó a su madre: «Mamá, ¿qué busca ese señor en la basura?»

Esto me hizo reaccionar, no se puede ignorar una pregunta así.

Su madre, joven y hasta ese instante con una sonrisa tranquila, parecía colgar ahora de una cuerda floja y, sin embargo, ni corta ni perezosa, se desenvolvió con soltura y una ingeniosa respuesta: «Busca las lentejas que no quisiste cenar ayer». Equivocada no estaba.

Esta escena, desarrollada de forma tan rápida y sencilla, es capaz de mecerte en una profunda reflexión. Y yo repito: «¿Qué busca ese señor en la basura? ¿Comida tan sólo?»

Me inundan las ideas, me invaden las preguntas, intento encontrar respuestas.

Ella lo dijo bien, el hombre buscaba lo que los demás tiramos, todo lo que no valoramos. O quizá buscara esa ayuda que no le están dando. A lo mejor buscaba en el fondo del cubo algún pedazo de sus sueños, algo que le recordara al hogar que no tiene, algo que de todo lo que le han quitado, esperando encontrar entre nuestra basura sus derechos, o tal vez buscando a alguien que le vea y no agache la mirada, alguien que le escuche.

¿Lo encontrará?

Imagino que es difícil encontrar alivio o esperanza en medio de todo nuestro egoísmo. Aunque no puedo hacerme a la idea de lo difícil que debe ser encontrar cualquier cosa en esa desoladora «nevera».

Y ahora pienso para mis adentros que quizá deberíamos ir nosotros y ayudarle a buscar. Puede que solo así encontremos todo lo que hemos ido perdiendo y no hemos reclamado. Y entre nuestra propia basura hallemos un poco de empatía, de humanidad, de atruismo... porque seguro que si lo buscamos en nosotros mismos no nos encontraremos, quizá, ni el corazón, solamente un vacío digno del infierno.

Algo estamos haciendo mal, ¿no? Puede que exagere y que el pobre hombre no buscara nada más que algo que llevarse a la boca, algo más que miseria sin caducar, dolor enlatado y sensaciones rotas. Al fin y al cabo... ¿Qué otra cosa se puede buscar en un contenedor?