Otra vez de noche. No sé qué pensar, qué decir o qué hacer. Estoy cansado siempre de la misma rutina. Desde hace unos tres años recibo la visita de un personaje que a todos nos ha influido alguna vez a lo largo de nuestra vida, ya sea en la adolescencia o en la infancia. Él me visita a través de mis sueños, siempre me dice cosas extrañas que no comprendo, siempre me da lecciones que no sé descifrar pero que según él siempre las aprendo.

¿Recuerdas aquel pequeño humano que se enamoró de una rosa y que tenía como amigo un descarado zorro?

Pues querido soñador, él es el personaje que me visita y el que me dice cosas como ver con el corazón, o que me atreva a sentir para saber que estoy vivo.

Ni me di cuenta cuando ya estaba en otra dimensión.

Abro los ojos y miro atentamente cada detalle del lugar. Parece un jardín perdido en el espacio lleno de rosas blancas y negras, a lo lejos en una cúpula con nieve se ve una rosa roja hermosa. Lo más extraño del lugar es que no hay estrellas. Parece que está en el espacio, pero no hay estrellas, solo planetas apagados, y no sé por qué. De las rosas blancas empieza a salir una luz pura e inocente y de eso aparece la misma figura que me visitó la otra noche, volvió el Principito.

-Hola Alín, ¿qué tal estás?

-¿Confundido, y tú?- le pregunto.

-Yo bien gracias. Y dime ¿ya sabes mi secreto?

--Creo que sí, lo que no sé es cómo mirar con el corazón.

-Eso lo tienes que descubrir tú solo. Nadie te va a ayudar a hacerlo- me dice.

-No lo entiendo. Entonces ¿por qué tú lo haces?

-Eso lo sabrás más tarde- responde

-Principito...- le llamo con una voz apagada y quebrada.

Él asiente en señal de que le pregunte lo que tenía yo en mente. Como si supiera lo que le iba a preguntar.

-¿Por qué todos estos planetas están apagados?- le pregunto teniendo miedo de su respuesta.

-Porque estos planetas no puedo iluminarlos yo, eso te corresponde a ti.

-No entiendo. ¿por qué dices eso?

-Porque este es tu universo. Yo solo te ayudaré a vencer tus miedos- me responde mirándome fijamente a los ojos. Lo curioso es que sus ojos son los míos.

-Mira atentamente todos los planetas. ¿ves alguno diferente?

Yo miro uno a uno los planetas, pero todos son iguales, cuando caigo en lo que me dijo. Me dijo que mire todos los planetas, miro el planeta en el que me encuentro y este está iluminado por la luz que desprenden las hermosas rosas blancas combatiendo la oscuridad de las rosas negras.

-Sí, este- le digo.

-Tardaste en responder, eso es porque estamos acostumbrados a mirar lo ajeno o lo lejano, pero no lo que tenemos delante nuestro.

-Pero no entiendo... ¿por qué este planeta está iluminado?

-Porque aprendiste a mirar con el corazón. Aunque aún no lo sepas- me respondió. Y desapareció dejándome otra vez con una confusión inmensa.

Y otra vez suena la maldita alarma resonando por toda la habitación.