Cada día de nuestra vida, desde que nos despertamos hasta que nos acostamos, hay personas, situación y cosas que agradecer. ¿Te has parado alguna vez a pensarlo?

Haber dormido en una cama confortable, tener una casa cómoda (con calefacción en invierno y aire acondicionado en verano), abrir el grifo y tener disponible toda el agua el quieras (sabiendo que hay personas que carecen de ella), poder desayunar (quizás, hasta puede que alguien te prepare el desayuno y, si no es así, piensa que ese desayuno lo ha comprado alguien para ti), tener ropa limpia que ponerte que alguien ha lavado, tendido y planchado (teniendo en cuenta que la ropa ni de lava, ni se tiende, ni se plancha «sola»),...

Y a toda la lista citada habría que sumarle otras tantas de esas pequeñas y diminutas cosas que nos son invisibles y nos pasan desapercibidas, ya que no somos conscientes del esfuerzo o del tiempo empleado en llevarlas a cabo, pues nunca o casi nunca nos paramos a pensar en ello, en lo afortunados que somos. La mayoría de estas cosas se las debemos a personas que cuidan y se preocupan de nosotros, que nos ayudan, que nos quieren: padres, hermanos, hermanas, amigos, amigas, profesores...

Nuestra vida es agradable, confortable, tenemos de todo o casi todo y, sin embargo, no vivimos desde una actitud de abundancia y agradecimiento; incluso vivimos, a veces, con una sensación de carencia. Nuestra sociedad es tan consumista que nos ha acostumbrado a pensar en aquello que nos falta: ese último modelo de consola que deja a la nuestra desfasada, esas deportivas de la marca «X» que están tan de moda, un nuevo móvil porque el nuestro ya tiene un año, comprar esto o aquello que anuncian por la tele y que todo el mundo quiere, etcétera. Lamentablemente, nuestra atención se detiene en esas cosas materiales que nos gustaría tener y no le damos valor a todo lo que tenemos y que muchísimas personas del mundo carecen.

Por esto, os propongo cinco pasos para practicar el agradecimiento de forma sencilla:

—Observa lo que te rodea, piensa durante un tiempo y toma conciencia de quellas personas, objetos y situaciones que puedes agradecer en tu día a día desde que te levantas hasta que te acuestas.

—Haz una lista de agradecimientos a personas, situaciones, objetos... Seguro que al escribirla te sorprendes de lo larga que es la lista.

—Reconoce la riqueza que te rodea. No vivas desde la sensación de carencia, sino de abundancia y gratitud. Hay tanto que agradecer: familia, amigos, alimentos, comida, ropa, experiencias, etcétera.

—Expresa el agradecimiento de la lista creada anteriormente a las personas que te rodean. Puedes hacerlo con palabras, por escrito (manda un mensaje, escribe una nota, deja un cartel), o también da un abrazo, sonríe... Que no te dé corte hacerlo. Te sentará bien y, aunque alguien se quede sorprendido por tus palabras o muestras de gratitud, seguro que se alegrará.

—Después de los cuatro primeros pasos, ya solo te falta intentar ser más amable con los demás, procurando que se sientan bien o estando pendiente de ayudar a alguien, de facilitarle las cosas, si puedes hacerlo. Así, quizás, puedas recibir algún día el agradecimiento de los demás.

Pero tanto si llega como si no, simplemente el hecho de ser agradecido, amable y de ayudar a los demás, te hará vivir desde la abundancia, aumentará tu autoesima y te hará sentirte mucho más feliz siempre. Agradecer es muy sencillo.