Todo comenzó cuando en nuestras clases de francés nos propusieron un pequeño viaje al sur de Francia, concretamente a Pau, Lourdes. El 18 de abril emprendimos nuestro viaje con parada en la estación de Canfranc, a la que tuvimos que llegar por un camino alternativo, ya que la carretera principal se había partido dos días antes debido a un desprendimiento. En ella conocimos que, durante la Guerra Mundial, fue una vía de escape para los judíos que huían de los nazis.

Tras finalizar la visita, continuamos con el viaje hacia Pau. Para ello, tuvimos que atravesar un túnel por el que no se veía el final y en el que nos preparamos para la llegada a Francia. 98 kilómetros más tarde, bajamos del autobús y nos adentramos en las calles de Pau con unas hojas de preguntas que teníamos que rellenar por grupos con la información que nos dieran sus habitantes. Cada grupo se fue por su cuenta y nos comimos unos bocatas que habíamos preparado en casa. Después, montamos en un funicular que nos trasladó a la parte alta del pueblo donde probamos las verdaderas crêpes.

A las cuatro de la tarde quedamos todos juntos en el castillo de Henri IV para disfrutar de una visita guiada por sus increíbles rincones y nos dejaron más tiempo para seguir haciendo turismo.

Para finalizar, volvimos al autobús y nos pusimos en marcha hacia Lourdes, llegamos al hotel y nos asignaron las habitaciones. Tras la cena nos obsequiaron con un postre especial de bienvenida, un delicioso merengue con helado y bizcocho. Después de cenar estábamos tan cansados que nos fuimos a dormir para reponer fuerzas.

A las ocho de la mañana, todos nos reunimos en el hall para comenzar nuestro desayuno, cada uno con su leche o su café y su croissant. Después, los profesores nos dejaron cuatro horas para descubrir Lourdes y completar las últimas preguntas que nos quedaban.

La principal razón por la que alguien va a esta ciudad es por la gran cantidad de devoción religiosa que se profesa en ella, pues se dice que cada seis años ocurre un milagro como, por ejemplo, que alguien que no haya podido caminar en toda su vida, lo consiga. Según la historia de este lugar, en 1858 la Virgen se apareció a su patrona, Santa Bernadette, hasta en 18 ocasiones, en una gruta sobre la cual ahora se yergue el imponente y majestuoso Santuario de Lourdes.

Tras explorar Lourdes, regresamos al hotel para comer un quiche de verduras y conejo con puré de patatas y preparar nuestro equipaje para el próximo destino, las cuevas de Betharram, que se sitúan a media hora de la ciudad de Lourdes y donde nos proporcionarían una visita guiada.

Estas cuevas se descubrieron en 1810 y nos permiten explorar el interior de los Pirineos, con cinco plantas de profundidad, unas estalactitas y estalagmitas impresionantemente grandes y unas rocas que se moldearon en la antigüedad y recordaban a figuras de la naturaleza, además de brindarnos un breve viaje en una barca e incluso en tren.

Por último, después de visitar la tienda de souvenirs de las grutas y descansar media hora, emprendimos nuestro regreso a Zaragoza, tras dos días de contemplación de hermosas ciudades. Volvimos a parar en Canfranc para comprar algo de cena. Habiendo llegado a nuestra ciudad natal y antes de marcharnos cada uno a nuestros respectivos hogares, pusimos en común lo que más nos había gustado a cada uno de este maravilloso viaje, ¡un voyage inoubliable!