Los alumnos de 1º de la ESO del Colegio San Vicente de Paúl de Zaragoza, se embarcaban estos días en un viaje en el tiempo que les llevaría a la antigua ciudad de Caesaraugusta. El brillo y el poso de la Roma tardo-republicana llevaron a la reorganización de todo el territorio peninsular.

La irrupción de Octaviano y su transformación en dictador y emperador como Augusto requería una profunda restructuración de los límites del Imperio. Tras la fundación de La Cabañeta (Castra Aelia) a orillas del río Ebro y el estratégico paso de la fundación de Celsa, la necesidad de establecer un punto estratégico para el paso de mercancías a lo largo del curso medio del río apremiaba.

Fue así, en la antigua ciudad íbera de Salduie, donde las legiones IV, VI y X deciden por propio mandato de César Augusto establecer la conquista militar, proyección y fundación de una gran ciudad ex novo. Esta habría de servir de referencia en la provincia llamada Tarraconense; y habría de ser una de las fundaciones más relevantes en la Península.

Un lugar estratégico

Situada en un punto de vital importancia para el comercio entre la Tarraconense y la estratégica Pompaelo, así como al norte de la Cartaginense, pasó a ser el puerto fluvial y cabecera más importante del lecho del río que da nombre a la Península Ibérica.

Tal era su valor estratégico y singularidad, que César ordenó que llevara su nombre y fuera recordado en la acuñación del áureo que data la fundación de la misma.

Las brumas de la gloria, el recuerdo de Antonio y Cleopatra, el mito y la realidad, se abalanzaban entre las piedras que levantan nuestra milenaria ciudad y que sorprendía a quienes por primera vez se adentraban en esa historia tan lejana en el tiempo y tan cercana a la que es hoy nuestra identidad.

Restos del esplendor

Una fresca galería abría sus fauces y engullía a nuestros alumnos que eran impelidos por el deambular entre los basamentos del puerto fluvial. El sempiterno Ebro, cargado de brumas y de agostamientos, fue el motivo principal del nacimiento de aquella bullente ciudad.

La importancia de esta era manifiesta. Sus entrañas se abrieron de par en par y mientras recorrían las cloacas de la ciudad, imaginaban todo el entramado urbano que sobrevolaba sus cabezas. El foro, condicionado a la actividad comercial desempeñada en el propio puerto, daba una nueva dimensión a la Plaza del Pilar.

La experiencia, que concluiría con la visita al museo de las termas romanas, sirvió para que nuestros alumnos y alumnas aprendieran e hicieran suya la íntima relación que nuestra ciudad ha mantenido a lo largo de toda su historia con el Río Ebro. Como un padre fundacional en el cual la ciudad y su historia se ven reflejadas. Como una fuerza vital que hay que conocer y respetar para seguir preservando nuestra identidad: aquello que ineludiblemente somos los zaragozanos.