Llegaba nadando a la orilla de mi ciudad. Cada día, realizaba una especie de «entrenamiento», como lo solían llamar, para ejercitarme y estar listo. A veces iba solo, y otras me acompañaban un par de amigos más para el «ejercicio». Era feliz, o tal vez lo era mientras seguía sabiendo que la razón por la que lo hacía no era en vano, sino que había gente por detrás. Esas personas eran como el rosa en un mundo de pijas, el negro en el de góticos, y el multicolor para otras personas, como para mí.

Exacto, mi familia era como el móvil para un adolescente, solamente que lo mío era mejor porque me proporcionaba algo que un móvil por ahora no creo que sea capaz de dar; cariño y amor. Mi familia era como la mitad de una película de amor y acción. Ellos le ponían el romanticismo y cariño suficiente para emocionarme, y yo realizaba la segunda parte de la película, es decir, la acción.

Mi acción no era nadar todos los días en la playa una hora y volver a casa, no. Aunque, si lo hiciese, también sería otra especie de entrenamiento. Mi acción, señoras y señores, era ir a la orilla de la playa todos los días, donde tenía una pequeña barca. Mis amigos conducían la barca lo más lejos posible, y yo intentaba aguantar hasta donde llegasen. Lo que lograba con esto era entrenarme para el día de mi partida. ¿Hacia dónde?, pues, digamos que llevo cinco meses intentando cruzar el mar para llegar a cualquier otro lugar. No me importa cuál sea, si al menos no es en el cual llevo muriendo día a día. Mi país natal era Marruecos. Un país en el que si no eres de familia rica, no eres nada. Es verdad que Marruecos es un país muy bonito, pero la gente que contiene hace que la vista homogénea del país, se convierta en una heterogénea, discriminándonos entre personas y personas por una simple diferencia de puesto. Pero tranquilos, en la mayoría de los países esto es algo normal. Y es a lo que yo llamo, «la fiebre de la desigualdad».

Pero, a mí siempre me ha dado igual lo que digan. Las opiniones y comentarios de la gente, no son más que eso; restos que algún día se irán también como aquel barquito de papel. Se esfumarán al igual que todos nosotros, y tan solo quedará ese pequeño eco que algún día hizo de nuestra presencia un maltrato para la Tierra.

Se supone que los humanos hemos ido cambiando, cambiando a mejor. Pero si lo que para nosotros ascender a mejor es seguir matándonos entre nosotros por tonterías, entonces tenemos un serio problema mental.

Las personas tenemos consciencia, nos enteramos de lo que ocurre a nuestro alrededor y reaccionamos gracias a nuestros reflejos. En cambio, los animales están un paso por detrás de nosotros. Hagamos que sigamos siendo lo que somos, y sin la falta de respeto y privacidad entre unos y otros, porque eso nos hace estar un paso más abajo; en el del parecernos a los animales.