A finales del primer trimestre de este curso, un grupo de unos 50 alumnos de 1º de la ESO del Colegio San Vicente de Paúl de Zaragoza, cruzaron la margen izquierda del Ebro para adentrarse en una de las zonas más nostálgica de la ciudad: la antigua azucarera. Conformando parte de un ambicioso proyecto urbanístico, la Biblioteca Juvenil Cubit trata de ofrecer nuevas soluciones a un espacio tradicionalmente configurado por parte del tejido industrial de la ciudad.

Lo que en otro tiempo fuera una fábrica de azúcar, extraído de la remolacha, se constituye hoy en día como un símbolo de cambio en el tiempo y de prosperidad.

En su momento, testigo de cómo la ciudad y sus inmediaciones hubieron de reconfigurar su paisaje industrial ante la amenazante crisis finisecular de principios del siglo pasado. Desmantelada, tras el proceso de lifting y reindustrialización de la ciudad en los años setenta y ochenta, en la actualidad es reconvertida en biblioteca para los más jóvenes de la capital aragonesa con un objetivo claro: ofrecer nuevas soluciones ante un nuevo paisaje cultural.

Atendiendo de manera leal a las cambiantes necesidades de la ciudad, este edificio alberga en un total de cuatro plantas un sinfín de materiales codificados y asociados al lenguaje más simbólico de nuestros jóvenes.

La multiplicación de géneros novedosos, unidos a su propio valor intrínseco, es inmediatamente asimilados por ellos, ávidos de dar buena cuenta de todos sus refrescantes contenidos.

Desde videojuegos a revistas, pasando por música, libros o películas. El cubo interior que conforma esta biblioteca acoge una filosofía particular a la hora de ordenar la demanda de nuestros jóvenes.

Un universo que refleja, esta mejor que ninguna otra biblioteca municipal de Zaragoza, las pautas y formas por las que las nuevas generaciones acceden al consumo de la cultura.