El encarcelamiento del rapero Pablo Hasél ha generado una ola de protestas en todo el país, que han acabado derivando en disturbios. En esta época, en que todo se fotografía y se graba, hace que ciertas acciones que, hasta hace pocos años, solo eran un par de líneas en una crónica periodística, ahora sean millones de imágenes recorriendo las redes sociales, donde siempre tienen más difusión las más impactantes. Y pocas cosas hay más espectaculares que las llamas en medio de la noche urbana.

Duele más un porrazo o el impacto de una bala de foam, pero lo que hace poner el grito en el cielo es el incendio de los pobres, indefensos y humildes contenedores. Depósitos de basuras que se han convertido en vertederos de la miseria, a los que cada vez más personas tienen que recurrir para sobrevivir. Pero eso no es lo que preocupa estos días, sino la poca resistencia ignífuga de su plástico cuando los manifestantes los incendian. Hasta el punto, de que se presta más atención al número de contenedores quemados que no, por ejemplo, a querer saber las razones que hacen salir a la calle a miles de personas o en pedir explicaciones sobre qué técnicas policiales se aplican para mantener el orden público.

Daños en la vía pública

Los contenedores queman porque están en la calle. Es lo que tienen más a mano los manifestantes para hacer barricadas. De hecho si las barricadas se hubieran inventado en el siglo XXI tal vez las llamaríamos contenedoradas o algo así. Pero cuando se utilizaron las primeras, lo que había eran botas. Lo que en francés antiguo -prestado del occitano gascón- se llamaban «barricas».

Los franceses son los reyes de las barricadas. Las inventaron en París (¡dónde si no!) el 12 de mayo de 1588 cuando la ciudadanía católica se opuso a tener un monarca protestante. Todo esto ahora nos queda muy lejos, pero durante los siglos XVI y XVII, las guerras de religión asolaron el continente, provocando una cantidad de violencia que ahora nos sería insoportable.

En 1588 Enrique III quería nombrar sucesor a Enrique de Navarra, que era protestante, y la decisión provocó la oposición de muchos sectores. Dispuestos a evitarlo, se levantaron en armas en la capital comandados por el duque de Guisa, líder de los católicos, que pretendía hacerse con el trono de Francia. Como estrategia de defensa contra las tropas reales emplearon un sistema de parapetos que ya se utilizaba en el ámbito militar y que, trasladado a la tupida trama urbana del París de la época, resultó ser muy eficiente para detener el movimiento de grandes contingentes de tropas. Hay que tener presente que la capital francesa todavía no había sufrido la transformación que viviría en el siglo XIX, cuando se construyeron sus famosos bulevares.

Aquel día de primavera de 1588, en los 16 distritos de la ciudad se utilizaron barriles llenos de arena y adoquines para construir barreras en las calles y bloquear las principales vías para repeler las acometidas de los hombres de Enrique III quien, incapaz de doblegar a los opositores, terminó huyendo de la ciudad. Además, su sucesor, Enrique IV, terminaría convirtiéndose al catolicismo para poder ser coronado nuevo rey. Él es el autor de la famosa frase «París bien vale una misa».

Así fue como aquella jornada ha pasado a la historia como el día de las barricadas. Además, el término saltó al resto de lenguas de Europa, gracias a las noticias de lo que había ocurrido en París. Desde entonces, las barricadas pasaron a ser un elemento constante en las luchas urbanas. Eso sí, los toneles han ido cediendo el paso a otros elementos que han formado parte del paisaje de cada época. Ahora son vallas, señales de tráfico y los tan bien valorados contenedores. Antes fueron coches, tranvías, carros, árboles... o lo que fuera que hubiera en la vía pública. Lo que no ha dejado de pasar nunca es que ante las injusticias y el malestar social siempre hay alguien que protesta y que sale a la calle para hacer oír su voz. Es esto lo que aparece en los libros de historia. No la cantidad de contenedores que han sido quemados.

Calles antibarricadas en París

Uno de los objetivos que explican la construcción de grandes avenidas en París a mediados del siglo XIX fue evitar que volvieran a producirse revueltas como las de 1830 y 1848. Así pues, siguiendo las instrucciones de Napoleón III, el barón Georges-Eugène Haussmann diseñó una estructura urbana radial de bulevares, donde fuera imposible levantar barricadas