De su vida siempre se ha destacado su matrimonio con Isabel, la culminación de la «reconquista» con la ocupación del reino nazarí de Granada, la expulsión de los judíos en 1492 y la llegada de Colón a América. Durante mucho tiempo, la lectura que se hizo de todo esto era que los reyes católicos reunificaron y refundaron el reino de España, unieron religiosamente a sus habitantes y esta uniformidad, tanto política como religiosa, hizo grande a la nación española y capaz de construir un gran imperio. No es un secreto para nadie que para el franquismo era algo que imitar y, por eso, su propaganda lo llenó todo de yugos y flechas, emblemas de estos monarcas.

Ha sido muy común en la televisión y en la literatura engrandecer la figura de Isabel a costa de empequeñecer la de Fernando, que a veces parece un pelele o queda reducido a un mero figurante. Esta actitud no tiene nada que ver con dar valor a las mujeres en la historia (algo muy loable y necesario a lo que me sumo siempre que sé y puedo), ya que en el caso de los reyes católicos este enaltecimiento de Isabel se viene haciendo desde el siglo XIX. Aquí el quid de la cuestión es que lo castellano se considera más español que lo aragonés.

La realidad histórica fue que Isabel fue una gran reina y una gran estadista. Pero Fernando no le iba a la zaga. Tanto él como ella vivieron intrigas palaciegas casi desde que nacieron. Fernando, siendo niño, vio peligrar su vida por una sublevación de sus súbditos; en su adolescencia gobernó y comandó ejércitos; fue elogiado por Maquiavelo, a quien sirvió de modelo de buen gobernante cuando escribió 'El Príncipe'; y por último, fue rey de la Corona de Aragón y de Castilla, cosa que Isabel no, ya que tuvo que «conformarse» con ser únicamente una reina castellana.

En cuanto a su matrimonio, este no supuso una unificación o refundación del reino de España, ni mucho menos. Fue un matrimonio de interés entre dos herederos al trono que necesitaban apoyos para ganar sus propias guerras civiles o conflictos externos, en sus respectivos territorios, si querían reinar en todos sus dominios. Se buscaba también un fortalecimiento dinástico frente a la gran enemiga: Francia. Pero la Corona de Aragón y Castilla siguieron siendo territorios totalmente independientes, con sus diferentes instituciones y formas de gobierno, hasta el siglo XVIII con la llegada de los Borbones y la implantación de los Decretos de Nueva Planta. Dicho de otra forma, Aragón ha tenido una historia en común con Castilla a partir del siglo XVIII, no antes. De hecho, una de las disposiciones de la Concordia de Segovia de 1475 era que los aragoneses no podían ocupar ningún cargo público en Castilla, como extranjeros que eran. Fernando nunca jamás se tituló rey de España ni tampoco ninguno de sus descendientes de la dinastía de los Austrias. Todos ellos eran reyes de Castilla, de Aragón, de Valencia, condes de Barcelona y un largo etcétera.

Es más, si Aragón y Castilla acabaron siendo gobernados por una misma dinastía (la de los Austrias) fue por mero azar histórico y no sin pocas dificultades. Fernando gobernó en Castilla mientras vivió Isabel. En cuanto esta murió, pasó a ser rey de la Corona Aragón y a gobernar Castilla su hija Juana la Loca y su marido Felipe el Hermoso, padres de Carlos V y de Fernando de Habsburgo. Felipe el Hermoso era duque de Borgoña e hijo de Maximiliano de Austria, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Fernando el Católico lo consideraba un traidor proclive a pactar con Francia, su enemigo mortal. Por ello, se casó por segunda vez con Germana de Foix con el único objetivo de tener un hijo y evitar así, que a su muerte, Juana la Loca y Felipe el Hermoso heredaran también la Corona de Aragón. Casi consiguió su objetivo, pues en 1509, nació fruto de este matrimonio, Juan. De haber sobrevivido, Carlos V habría heredado Castilla y Juan la Corona de Aragón pero tan sólo vivió unas pocas horas. Esto demuestra muy claramente que a los reyes católicos en ningún momento se les pasa por la cabeza unificar todos sus dominios bajo un solo reino, el reino de España, sino tan solo formar una unión dinástica de ambos territorios.

Afortunadamente para Fernando el Católico, Felipe el Hermoso murió muy pronto y consiguió que incapacitaran para reinar a su hija Juana, declarándola loca. Entonces Fernando el Católico volvió a gobernar en Castilla como regente de Juana y en Aragón como rey, mientras su nieto Carlos, el heredero, era educado en Flandes y él mismo se encargaba de la educación de su hermano pequeño Fernando. De hecho, estuvo a punto de ser Fernando el heredero de todo por haber sido educado en sus tierras. Pero al final, en su lecho de muerte, en 1516, decidió que fuera rey de Castilla y de Aragón, Carlos V, por ser el primogénito.