Antonio García destacó desde muy joven como escritor de obras y, con tan solo 23 años, el 1 de marzo de 1836 estrenó en Madrid su obra de teatro 'El Trovador' , un drama romántico que conmovió el día del estreno a todos aquellos que la vieron. Tanto es así que Antonio tuvo que salir a saludar al escenario, pues los espectadores no paraban de aplaudir, siendo la primera vez que ocurría esto en la historia del teatro español. La obra nos lleva a comienzos del siglo XV y trata de una historia de amores imposibles, traiciones, un malo malísimo y todo ello en una corte medieval. Pero lo curioso de esta obra es que estaba ambientada en el palacio de la Aljafería de Zaragoza, estando situadas muchas de sus escenas en la torre principal o del homenaje del palacio-fortaleza. Tanta fama alcanzó la obra que los zaragozanos, muy dados a poner sobrenombres a los edificios más icónicos de la ciudad, comenzaron a llamar a dicha torre de la Aljafería como la torre de 'el Trovador' como así ha llegado hasta nuestros días.

Pero esta curiosa historia no se acaba aquí, ni mucho menos. Pocos años después, el célebre compositor italiano Giuseppe Verdi conoció la obra de Antonio García y le gustó. Es más, le encantó. Tanto que decidió reconvertirla totalmente y transformarla en una gran ópera llamada Il Trovatore . ¿Quién no ha escuchado alguna vez, aunque no sepa su origen, el maravilloso Coro di zingari del segundo acto? Esta ópera fue y sigue siendo uno de los grandes hitos de la música y la ópera mundial. Tanto es así que en su estreno en el Teatro Apolo de Roma en 1853 volvieron a repetirse las escenas de aplausos sin fin, teniendo Verdi que salir varias veces al escenario e incluso sus mayores admiradores llegaron a desuncir a los caballos de su calesa para tirar de esta ellos mismos hasta la casa del compositor.

El caso es que parece que esta torre del palacio zaragozano y la propia historia del trovador guardan cierta magia que, por lo que sea, y de forma más directa o indirecta, acaban por inspirar grandes obras de la música de todo tipo. Personalmente siempre me ha gustado buscar entre los entresijos de la historia esas pequeñas casualidades que unen acontecimientos que, en principio, no tienen absolutamente nada que ver unos con otros. Y aquí va una de esas casualidades.

Nos vamos a la década de 1970 y nos centramos en algo totalmente diferente: la banda de rock Queen liderada por el inefable Freddie Mercury. En agosto de 1975 la banda tenía que grabar su cuarto álbum de estudio, así que decidieron buscar la tranquilidad de los famosos estudios Rockfield, situados en una antigua granja reconvertida en el sur de Gales.

Mientras los trabajos en Rockfield iban avanzando aunque todavía con una idea muy difusa de lo que querían grabar, ya que era algo totalmente nuevo y distinto lo que querían conseguir, la banda se puso a ver una noche una película de los hermanos Marx, A night at the Opera en la que los personajes de la misma interpretan varias escenas de la ópera de Verdi Il Trovatore que ya hemos comentado antes, y que como sabemos se ambientan en esa Zaragoza del siglo XV.

Tal y como reconocieron los miembros de la banda, de aquel visionado de la película les vino buena parte de la inspiración para componer y producir el tan ansiado álbum que contiene canciones tan icónicas como Bohemian Rhapsody o Love of my life, dando de hecho la propia película el título al disco: A nigth at the Opera. De modo que cada vez que veas la silueta de esa torre imponente de la Aljafería recuerda que, de un modo u otro, ha acabado inspirando grandes obras de la cultura y la música. ¿Quién sabe si lo volverá a hacer en el futuro?

Antonio García Gutiérrez

Poeta y autor dramático, se traslada a vivir a Madrid, donde trabaja de traductor de francés de comedias de Eugène Scribe y novelas de Alejandro Dumas, y colabora en revistas y periódicos. Espronceda, la figura literaria más importante del momento, patrocina ‘El Trovador’ para que se llegue a estrenar. Tras el estreno su trayectoria artística es extraordinaria, aunque tiene algunos altibajos. Viaja a América, en 1844, donde trabaja como traductor. En 1855 se traslada a Londres y vive allí hasta 1858. En 1877 es elegido para ingresar en la Real Academia Española. Muere en Madrid, en agosto de 1884.