Siguen con la misma ilusión que al principio, siempre «buscando cosas nuevas para seguir girando». Son Azucena Gimeno y Roberto Barra, que hace ya 35 años (y una semana), realizaron en Samper de Calanda su primera función como compañía de teatro. Su nombre, Caleidoscopio. Fue Jolgorio matutino-A tapar la calle, un espectáculo de calle que recuerdan con «mucho cariño» porque fue su debut y porque «era necesario ya que las calles aún no estaban tan llenas de color como ahora», señala Gimeno. Junto a ellos estaba entonces un neozelandés, Dave, que «hacía de torero y de manola, que no entendía casi nada de castellano» pero al que «algunas abuelas daban besos» durante el pasacalles. Por la tarde, en el mismo escenario, presentaron Alicia Maravillas, una «adaptación del cuento pero en versión más loca».

Entre estas y la coproducción con la Sinfonica ciudad de Zaragoza de Jugando con el carnaval de los animales han pasado 35 años. En este tiempo han creado 28 espectáculos, 61 producciones especiales, realizado 2.942 funciones; y tenido más de un millón de espectadores. Por la compañía han pasado unas 300 personas entre actores, músicos, pintores, oficios diversos, bailarines, etc. Ahora, el grupo tiene seis componentes: Barra, Gimeno, Vicente Martínez y Emilio Gazo, «que están con nosotros desde hace tiempo», y las nuevas incorporaciones, que «aportan frescura y contagian ilusión», asegura.

UN ÉXITO TRABAJADO / Las claves del éxito y de la permanencia de Caleidoscopio son «el esfuerzo» de todos los que han formado parte de la compañía; pero también esa faceta que les diferencia de otros grupos y es que siempre han trabajado con «máscaras y muñecos» que ellos fabrican. Son artesanos del teatro porque «lo nuestro no es solo representación e interpretación sino que creamos esos muñecos, esa herencia aragonesa de los gigantes y cabezudos que siempre han sido compañeros de viaje.

Su forma de trabajar no ha cambiado desde que la aprendieron en la escuela Lecoq de París donde estudiaron. De hecho ahora están en proceso de creación de nuevos espectáculos porque «queremos producir» la próxima obra, que quizá tenga que ver con el centenario de Gianni Rodari. «Nuestra forma de crear es a través del juego, jugamos con las palabras. Se parte de una pequeña idea y a partir de ahí se va trabajando hasta crear un guion que a veces es más parecido a un story board que a un texto teatral». Después viene la creación de prototipos y muñecos hasta fijar el espectáculo, que más tarde se prueba con niños. Cada obra les cuesta alrededor de dos año ponerlo en marcha. Es un proceso largo, reconoce Gimeno pero «los espectáculos también tienen una vida larga». En el caso de que sea un encargo, «es un chollo porque parte del recorrido ya lo tienes».

En este tempo recuerdan con cariño producciones como Cuando sueñas, en el que «jugábamos con la luz de mil maneras» y quizá es del que más funciones han realizado (unas 350, apunta Roberto Barra); A oskuras o Ábrete Sésamo, con el primero que recibieron un premio, hace ya 10 años dentro del Festival Latino de Nueva York; Ondina o El abrigo de Yorick, que fue «un salto al vacío» porque trabajaban con clown, máscaras pero desde una perspectiva teatral, que luego creció hasta convertirse en El carnaval de los animales, en una coproducción con la Orquesta Sinfónica Ciudad de Zaragoza que triunfó en la sala Mozart. Era la primera vez que trabajaban con una orquesta, pero no «con músicos, ya que en los comienzos recorríamos Aragón con Biella Nuei», recuerda Gimeno. Eso en cuanto a sala, pero de calle recuerdan El baúl maravilloso, Juegos de manos, jugos de villanos o Los duendes del baúl, que «aún siguen llenando calles y plazas con sus correrías».

CAMBIO DE SENSIBILIDAD / Desde sus inicios, el teatro y los niños han cambiado mucho, aunque Gimeno reconoce que «la magia de los muñecos, de la palabra, la música y las luces cautivan igual». Por eso, Caleidoscopio siempre está atento a lo que los niños (o no tanto) perciben de sus espesctáculos porque, señalan que el suyo «es teatro para todos, para ese niño que todos hemos sido. Hacemos teatro para esa inocencia más que para una edad concreta».

Han cumplido 35 años, pero tienen ilusión por seguir. De hecho, Azucena Gimeno dice que Caleidoscopio llegará a los 40 y a los 50, «¿quién sabe? A veces te gustaría jubilarte», señala, «pero siempre quieres seguir actuando, aunque ya no puedas correr con un gigante igual que antes».

Tienen varios proyectos en marcha (propios, de encargo o en las campañas escolares -como con la obra Ni y mu-) y ganas de seguir girando. Y una máxima: «Igual no podemos cambiar el mundo, pero sí aportar un poco de belleza y de sensibilidad o un acercamiento a las artes de manera divertida y con esa divisa de enseñar deleitando porque a través de las artes es la mejor manera de emocionar a la gente».