Hay fotoperiodismo, arte puro, vida cotidiana, belleza, ingenio, denuncia, romanticismo, mensajes directos, subliminales, imágenes que surgen de la imaginación, de la realidad. Es el fruto del trabajo de 52 fotógrafas aragonesas (nacidas o vinculadas a la comunidad) que muestran 150 imágenes en la exposición Cierta luz, que desde ayer y hasta el próximo 23 de abril puede verse en La Lonja de Zaragoza Con ella se pretende dar «cierta luz» a un colectivo «ninguneado» y mostrar «el buen hacer de las mujeres de Aragón», según explicó una de las comisarias, Tamara Marbán, del colectivo 4F.

Junto a ella presentaron esta muestra, que también deja un espacio de silencio para «recordar a las ausentes», a aquellas que no pudieron dedicarse a la fotografía por diferentes motivos, Lorena Cosba, Judith Prat, Lara Albuixech, también comisarias y miembros del 4F; Fernando Rivarés, concejal de Cultura del Ayuntamiento de Zaragoza, quien reconoció que Cierta luz muestra «parte de la vida y un modo específico de mirar la vida»; Romana Erice, jefa del servicio técnico; y varias de las fotógrafas protagonistas.

Se trata de una exposición amplia porque «necesitábamos que fuera representativa del talento aragonés» y que incluyera diferentes lenguajes por lo que era necesario «digerir» las propuestas para luego «traducirlas» con elegancia y llegar a la exposición, señaló Marbán.

A lo largo de las salas se puede realizar un recorrido histórico y artístico que arranca en los albores de la posguerra española, con las imágenes de la pionera Divina Campo -la más veterana-, la primera fotoperiodista oscense, y pasa por la vanguardia de los años noventa, los bodegones, la moda, el fotoperiodismo o la trasgresión de las nuevas generaciones. La más joven de las artistas es Katerina Buil, nacida en 1987.

De las 52 fotógrafas, 26 muestran su trabajo en las paredes de la Lonja; mientras que la otra mitad lo hace en un audiovisual.

TEMÁTICA / El paseo por Cierta luz se estructura según la temática. El comienzo remite al trabajo de Divina Campo, que realiza un «retrato de la Huesca de los años 50», rememoró Prat, con imágenes de bodas, a la familia o los retratos. La comisaria destacó la «valentía» de esta mujer, que siempre contó con el apoyo de su familia y que «ha sido referente» para muchas fotógrafas hoy. Como anécdota contó que en los primeros momentos, «el Obispo de Huesca no le dejaba hacer fotos de bodas».

La segunda sala se refiere al «paso de lo analógico a lo digital», señaló Albuixech, donde está presente la obra de Teresa Grasa, que «acerca los frescos de Goya que de otra manera no podrían verse»; el álbum familiar de Virgina Espa; las generaciones pasadas de Alicia Vela o el feminismo de Luisa Rojo.

Las siguientes muestran imágenes contemporáneas, con los nuevos territorios de Vicky Méndiz; la mujer real vinculada a la moda de Rocío Badiola; el homenaje al cuerpo y la mujer objeto de Mónica Lou o los bodegones de Marta Sánchez. Mapi Rivera muestra sus Eufonías, que se refieren a «los signos zodiacales». Son doce trípticos, aunque solo se puede ver libra, explicó la autora.

El paso de la foto artística a la documental la representan, entre otras, la descolonización del Sáhara occidental, que muestra Albuixech; un particular Monte Perdido, de Cecilia Val; mientras que la documental aborda la denuncia de la esclavitud de niños en el trabajo de Ana Palacios, la trashumancia en la obra de Maribel Castro, la guerra de Gaza y la posguerra inmediata que retrata Maysun; o la de Yemen, que firma Judith Prat.

La exposición no acaba aquí, sino que cada visitante puede llevarse las palabras de las autoras. Y es que la última sala, diseñada por Susana Blasco, presenta afiches con parte de las caras de las autoras participantes, formando así otras caras. Y en el reverso, lo que cada una piensa qué es la fotografía para cada una de ellas. Es un «juego» que invita a pensar más allá de lo visto con Cierta luz.