El final de la historia de los Amantes de Teruel es bien conocida. Sin embargo, todavía quedaba mucho por conocer de sus protagonistas, Isabel y Diego, y de época. La escritora aragonesa Magdalena Lasala, que aunque este año acudirá de público, ya ejerció de pregonera en el 2003 «cuando estaba empezando la experiencia», intenta llenar esas lagunas con El beso que no te di. El trágico destino de los amantes de Teruel (La esfera de los libros), efeméride de la que este año se celebra el 800º aniversario.

«Había todo que contar», reconoce la autora, porque de Isabel y Diego «solo conocíamos el desenlace» pero con este libro quería reconstruir «su experiencia vital, quiénes fueron, cómo nacieron, cómo se educaron, cómo se conocieron, la sociedad que les tocó vivir» , cómo fue el proceso amatorio y «cómo se llega al desenlace». Narrar su historia es «hablar de Teruel, porque son la primera generación de turolenses nacidos allí» así que novelar su nacimiento es también «novelar los orígenes de la ciudad de Teruel.

Magdalena Lasala los ha convertido en dos «arquetipos, con toques de destino», que «vienen a este mundo amándose y para amarse». Isabel y Diego funcionan también como esos mitos que simbolizan la fundación de Teruel, el toro y la estrella. Él es el toro, «símbolo de la abundancia, poder y fecundidad que se inmola, se sacrifica para fecundar como si fuera la historia que vienee detrás de él». Y la estrella que señala el toro es «la que ilumina su propio camino y su destino; esa luz es la propia Isabel».

«protagonistas pasivos» / En El beso que no te di, la aragonesa les da voz a Isabel y Diego, que hasta ahora han sido «protagonistas pasivos de ese amor prohibido». Ellos son los que cuentan su historia; aunque hay una tercera voz, la de Elvira, el aya de Isabel, que «cuenta la historia de Isabel y de su relación con Diego». Lasala quiere que el lector conozca y se meta en la piel de los personajes» para percibir cómo Isabel descubre ese amor loco por Diego o para leer con él las cartas que este le dirige a Isabel, en las que además de hablar de amor, «también le habla de su vida en la guerra».

dos rebeldes / La autora define a Diego de Marcilla como un ser «distinto, especial, que se plantea una rebeldía ante los condicionantes que la sociedad le obliga; circunstancias que tienen que ver con la perpetuidad de las herencias de las familias y la sumisión al hermano primogénito», señala Lasala. Él, al ser el segundo, «ya no tiene permitido formar casa propia» y está obligado a unos condicionantes ante los que se rebela. «Destaca por su frescura, su bravura y por la toma de decisiones que, por un lado sabe que contravienen las normas heredadas y, por otro, no puede evitarlo porque necesita ser fiel a si mismo».

En cuanto a Isabel, es una mujer culta, «que descubre la vida a través del amor que siente por Diego y, a la vez, intenta entender desde su parte racional ese amor irresoluto. Es una mujer consciente de sus obligaciones, de deberes, de pactos adquiridos y que no se niega a sus emociones» y ahí está la parte trasgresora de este amor». Al situarse en la piel de los personajes, «entendemos que son unos seres que sin poder negar lo que sienten y desean tienen que aceptar que son personas de su tiempo y una cosa es rebelarse y otra que puedan consumar ese amor». Para ellos sería facil «aceptar que se aman en secreto, pero ellos no quieren eso, quieren que el mundo reconozca que se aman».

Por eso, saben que la única solución para poder estar juntos es «la muerte»; el beso que le da Isbel es «la única forma que tiene de estar con él. Yo creo que 800 años después han conseguido lo que querían, estar siempre juntos». En este sentido, el beso «está tomado como el simbolismo de la unión de las almas; ese beso es lo que nos dice cómo ellos viven el deseo de un amor carnal que no pueden consumar».

En algún momento se ha dicho que Diego e Isabel no existieron. Magdalena Lasala explica que «detrás de toda leyenda existe una semilla de verdad». Ella, como novelista, señala que «defiendo su existencia aunque seguramente no se llamaron así» si no que fue elnombre aceptado después de Tirso de Molina. Isabel sería Segura o Sigura (hija de Segura) ya que las mujeres «no tenían nombre social solo familiar» y Diego, era el Segundo Marcilla.

indagar en la historia/ La autora de La cortesana de Taifas intenta también que el lector quede con ganas de más, de ahí que incluya notas de autor «donde explico las conclusiones a las que he llegado, las investigaciones» realizadas, los linajes, los apellidos; y bibliografía. Pero como aún hay historia que contar, la novela «tiene un final que guarda sorpresas pero respetando las coordenadas clásicas de la leyenda y las coordenadas históricas. La novela guarda un secreto que se desvela en las últimas páginas».