En la piel del capitán español que se enfrenta a Jack Sparrow en Piratas del Caribe: la venganza de Salazar, ayudado por el maquillaje y la tecnología digital, Javier Bardem vuelve a demostrar por qué se le considera uno de los actores más camaleónicos del cine actual.

-¿Cómo dio con el look de su personaje, Salazar?

-Fue simple: tres horas de maquillaje al día. Al llegar al set cada mañana, me daban un café y acto seguido empezaban a ponerme pegamento en la cara. Pegamento de verdad, y luego por encima me ponían algo parecido a unas pechugas de pollo. Y luego me pasé el rodaje mascando una cosa pastosa llamada Caca de Mono. Me dijeron que sabía a chocolate. Era mentira, claro.

-¿Por qué aceptó participar?

-Por muchas razones. Una es que te pagan bien y que eso te permite hacer luego otros filmes por amor al arte. Además, me gusta Piratas del Caribe, me divierte. Y es el tipo de rodaje en el que estás rodeado de profesionales de altísimo nivel. Aunque al final todo se reduce al personaje, Salazar. Me sedujo desde el principio, y se me dieron las facilidades para que lo construyera como me apetecía.

-¿Cómo lo hizo?

-Los actores a veces trabajamos a partir de una imagen; eso nos señala el camino cuando estamos perdidos, que es casi siempre. Para Salazar pensé en un toro herido, furioso, sangrante, moribundo y decidido a matar al torero. Cuando alguien está furioso, siente un gran dolor físico, mental y emocional. Quise crear un personaje en estado permanente de dolor, y cuya única forma de calmar ese dolor es la venganza. Aunque, claro, la venganza no sirve para nada.

-Es decir, que no vengativo.

-Soy un ser humano y a veces tengo el impulso de vengarme, pero en cuanto lo piensas comprendes que es una pérdida de tiempo. Jugué al rugbi durante 19 años, y te dan golpes constantemente. Tu primera reacción es devolverlos. Pero luego comprendes que formas parte de un equipo, y que si te centras en tu vendetta el equipo te va a dejar solo. Eso solo te lo enseña el rugbi. El fútbol, en cambio, se basa en individualidades y en estrellitas.

-¿Y el mundo de la interpretación es como el rugbi?

-Sí. En esta profesión es muy fácil estar demasiado pendiente de uno mismo. Para evitarlo debes rodearte de gente que te diga la verdad, por ejemplo tu familia y los que han sido tus amigos desde los 12 años; ese es mi caso. A veces desearía que no me dijeran las verdades tan a menudo.

-El cine americano le llama para que interprete a villanos. ¿No tiene miedo de encasillarse?

-El riesgo siempre está ahí, como cuando hice Jamón, jamón y Huevos de oro y me convertí en prototipo del macho ibérico. Pero no hay ningún personaje que no haya sido escrito ya. Tu trabajo es reescribirlo aportando algo nuevo cada vez.

-¿Cuánto influyó Penélope Cruz en que aparezca en la película?

-En su día yo estuve con ella en el rodaje de su película, y me lo pasé bomba. Un show increíble, Hollywood en estado puro. Así que cuando me llamaron a mí tuve que decir que sí.