Marlon Brando, el actor y el mito, acabó devorando a sus personajes cinematográficos, que, en líneas generales, no eran más que excusas para demostrarse a si mismo que aún tenía algo que hacer frente a una cámara de cine.

La recta final de su carrera fue tortuosa, cuando no patética, pese a que el aura de la mitomanía parecía resistir los envites del tiempo y el desclasamiento del actor en un cine, el estadounidense, para el que pintaba más bien poco pese a haber sido uno de sus iconos.

Si lo comparamos con los nombres más representativos del Actor´s Studio, la escuela de actuación introspectiva en la que se forjó Brando, el protagonista de El padrino no decidió vivir rápido y tener un bonito cadáver, como James Dean, pero tampoco pudo llegar al otoño de sus días con la integridad física y artística demostrada por Paul Newman.

Brando tiró por el camino del medio. Actor genial en el sentido más amplio de la palabra, es decir, un genio con muchísimo (mal) genio, no disimuló para nada su megalomania y terminó por erigirse en el centro de atención de todas las películas en las que intervenía.

A Francis Ford Coppola, este hecho no le importó en absoluto: Brando aparece poco más de 10 minutos en Apocalypse now y, sin embargo, él es la película, su razón de ser, el punto y final de la locura.

ACTOR CON MAGNETISMO

Brando siempre tuvo ese poder, ese magnetismo, incluso cuando aparecía con su sobrepeso doloroso para autoparodiarse en filmes indignos de su nombre: en El novato , una comedia rodada en 1990, interpretó al jefe de un clan mafioso como si fuera una sátira del Vito Corleone de El padrino .

Hijo del Actor´s Studio, Brando tuvo en Elia Kazan, una de las cabezas visibles del método , al mejor aliado en los inicios de su carrera, tanto la teatral como la cinematográfica. Su composición del bruto Stanley Kowalski en Un tranvía llamado deseo fue decisiva. Tras interpretar la obra en el teatro logró un buen contrato en Hollywood, y tras la versión cinematográfica de la pieza se convirtió en el más rebelde de los miembros del star system .

En los años 50 seleccionó con mimo sus papeles, desplegando por igual un inusual sex appeal --el erotismo de su camiseta en la obra de Williams fue perfectamente estudiado-- y una fuerza escénica inconmensurable. El líder de la revolución mexicana (¡Viva Zapata! ), el leal Marco Antonio (Julio César ), el motorista (¡Salvaje! ), el trabajador portuario (La ley del silencio ) y un enamoradizo Napoleón (Desirée ) son algunos de sus particulares hitos.

En 1960 pasó a engrosar el selecto club de los actores que sólo han dirigido una película. Realizó El rostro impenetrable , pero como le ocurrió a Charles Laughton tras La noche del cazador , no repitió la experiencia.

No declinó su estrella, aunque empezó a compaginar filmes de altura con medianías. Cerró su particular trilogía masoquista con La jauria humana , en la que su personaje recibía una paliza digna de las que ya había sufrido en La ley del silencio y El rostro impenetrable . Dispuesto a demostrar su versatilidad, aceptó protagonizar junto a Sophia Loren la sofisticada comedia La condesa de Hong Kong , de Charles Chaplin.

El desconcierto se apoderó tanto de Brando como de sus más fieles seguidores, que lo veían encarnando a un risible gurú hindú en Candy para después embarcarse en una película europea de resistencia como Queimada . Fue su primera incursión lejos de Hollywood, pero la más importante estaba por llegar.

Bernardo Bertolucci había pensado en Brando para El último tango en París . El cineasta italiano no se atrevía a contactar con el actor, convencido de que le iba a dar largas, pero al final decidió enviarle el guión y tuvo una rápida respuesta. Brando aceptó interpretar al nihilista personaje de Paul, dispuesto a embarcarse en una relación autodestructiva, y ofreció una de sus más completas composiciones.

El último tango en París es de 1972, el mismo año de El padrino , un momento crucial en la obra de Brando. Ya nada sería lo mismo. Algún que otro papel de interés (Missouri ), alguna aparición espectral (su coronel Kurtz de Apocalypse now ) y a vivir del cuento: sus muy bien retribuidos 15 minutos de aparición en Superman ).

Brando renegó del cine, pero pese a anunciar una y otra vez que se retiraba, reapareció puntualmente en pequeñas apariciones en La fórmula, Una árida estación blanca, El novato, Cristobal Colón, el descubrimiento, Don Juan de Marco, The brave y La isla del doctor Moreau . En su último filme, The score , compartió más de un plano con Robert De Niro, su relevo natural en la escuela del Actor´s Studio y el actor que hizo de joven Vito Corleone en El padrino 2 .