Una de las películas españolas más esperadas de los últimos años es Tiempo después, el regreso al universo surrealista y alocado de José Luis Cuerda (El bosque animado, La lengua de las mariposas). Se han comentado mucho sus similitudes con Amanece que no es poco, pero no se trata de una continuación. Eso sí, su espíritu es muy similar, es tan extravagante como la primera, combinando frases muy cultas en ambientes muy dispares y es muy coral. Pero ni los personajes ni el entorno tienen nada que ver.

La acción transcurre en el año 9177. La humanidad vive en un único edificio en el que cada uno tiene una habitación que es su negocio bien sea una barbería o un bar. Los parados viven a sus pies en un refugio al aire libre donde sus condiciones son bastante malas. Uno de ellos se empeña en subir a los pisos para vender limonada casera, lo que creará un conflicto sin precedentes y un gran enredo.

Otro de sus alicientes reside en su reparto que reúne a muchos de los grandes actores contemporáneos como Roberto Álamo, Blanca Suárez, Antonio de la Torre, pero sobre todo cómicos como Joaquín Reyes, Berto Romero, Carlos Areces, Raúl Cimas, Eva Hache o Andreu Buenafuente. Algunos de ellos tiene poco papel y hacen cameos. En este elenco también figura el popular Arturo Valls que, además, repite como productor tras haber debutado en esta faceta con Los del túnel. El simpático presentador de Ahora caigo nos explica las interioridades más curiosas del proyecto.

-El inicio. Todo empezó un verano en la playa de Cadiz. Allí se reunieron para comer un grupo de cómicos como Andreu Buenafuente, Berto Romero o Edu Galán de la revista satírica Mongolia y hablaban del guion con cariño pero lamentaban que nadie se atreviera a producirlo. Tras un par de rondas de chupitos se acordaron de mí y me llamaron. Después de leer el guion, llamé a mi socio Félix Tusell y le hablé de la posibilidad de producirla. Y Félix me comentó que era una casualidad casi mágica, ya que su padre había producido la primera película de Cuerda, Pares y nones, y así cerrábamos el círculo. Estaba claro que no teníamos escapatoria.

-El gran elenco. Reunir a un reparto tan numeroso y completo fue mucho más fácil de lo que parece. Un director como él tiene muchos admiradores que sienten auténtica devoción. Cuando les decía que era de Cuerda y en la línea de Amanece que no es poco, muchas veces no me dejaban ni acabar la frase y aceptaban sin pensárselo. Algunos admitían que incluso hubieran pagado por trabajar con él.

-Fanáticos de Cuerda. Muchos hemos mamado de su humor, es una peli hecha por fans pero no solo los actores, el equipo, vestuario, fotografía, la mayoría es gente que le admira, sobre todo por Amanece que no es poco, y consideraba un lujo trabajar en este filme.

-Un rodaje silencioso. Una de las cosas que más me sorprendió del rodaje es que había más silencio del habitual. Era un trabajo de devotos que provocaba una atmósfera de respeto. Teníamos la sensación de estar haciendo algo trascendente e intentábamos dar lo mejor de nosotros mismos para ofrecérselo al maestro. Cuerda tiene un carácter sosegado pero a veces tiene salidas inesperadas y cuando te las suelta no puedes hacer otra cosa que partirte de risa.

-Un sueño para el productor. José Luis es de la vieja escuela y rueda una toma o dos sin muchos alardes, con encuadres y planos amplios. En los rodajes, por lo general, te dicen: ”La tenemos, es buena, vamos a hacer otra más”. Con Cuerda, no. Cuando era buena era buena y acabábamos y podíamos llegar pronto a casa. Como productor también era fantástico porque así ahorrábamos gastos.

-Los repetidores. Los únicos que repiten del reparto amanecista eran Gabino Diego y Miguel Ángel Rellán. Eran nuestro faro y nuestra guía ya que esos textos tan trabajados, tan barrocos, tan ricos, no sabíamos cómo los podría expresar nuestra generación. Pero todos los temores desaparecieron cuando Rellán participó en las lecturas de guion y se convirtió en nuestro referente. Su música al recitar las frases sonaba a Cuerda, era nuestra guía para saber cómo debíamos interpretar.

-El padre cantautor. La canción que suena en los títulos de crédito finales está compuesta e interpretada por Joaquín Sabina. También fue muy fácil reclutarlo ya que nuestra socia, Carmela Martínez es su hija. De todas maneras aunque no hubiera sido así estoy seguro de que, probablemente hubiera aceptado ya que es un admirador de la riqueza del trabajo de Cuerda y sus continuas referencias culturales.

-Las decisiones de un genio. Hubo un problema de producción ya que contábamos en varias escenas con una puerta corredora por la que debían pasar los personajes. Pero de pronto descubrimos que era un cristal fijo que no se abría. Entonces, José Luis sugirió, “pues que para entrar, el actor diga kikirikí y se teletransporte al otro lado”. Le sugerimos: “¿y para salir, le hacemos decir guau?” y nos contestó que si estábamos locos. Esta anécdota define mucho su estilo, ese surrealismo que, en el fondo, esconde mucha más cordura y sentido común del que parece.

-Sobre la marcha. También era maravilloso verle tener ideas e improvisar sobre la marcha. En una ocasión decidió cinco minutos antes de rodar que en la escena debía haber un biberón con leche dentro. Nadie parecía entenderlo, pero luego le daba un gran color a la secuencia. Trabajar con él es un lujo, tiene un método maravilloso.

-El homenaje a John Ford. En varias escenas del filme se ve de fondo el Monument Valley norteamericano. Cuerda queria hacer una referencia a John Ford, que rodó muchos wésterns allí. Es un homenaje monumental, nunca mejor dicho, ya que es un admirador de esas películas y , además, le daba a nuestra película un gran empaque y una intención épica.