"El exilio es para mí como un diploma universitario. El exilio es el hambre, la penuria, la humillación, la locura y también el exilio interior. Yo siempre seré una exiliada interior". La escritora Adelaida Blázquez mira hacia atrás sin dramatismos. Hija de un oficial fiel a la República y de una alemana descendiente de judíos, hace poco más de un año que ella ha regresado a España, ha vuelto a casa.

Blázquez recaló el 4 de octubre del 2002 en Zaragoza, la ciudad del retorno tras varias décadas en Francia. Vive en una casa cerca del Coso, con su pequeña terraza llena de plantas y sus decenas de libros, como eslabones de una cadena a ambos lados del Pirineo. En la capital aragonesa trabaja en una nueva obra que prolonga una trayectoria larga, con ocho libros escritos en en Francia, algunos de ellos traducidos en Italia y España.

"Zaragoza me parece una ciudad muy cómoda, bien hecha, familiar, a la medida del ser humano. Lo que al principio sí me fastidió mucho fue el ruido. Y también que los españoles han pasado, sin solución de continuidad, del país de antes al americanismo. El dinero, el consumismo, el parecer, el gastar... están aquí muy instalados".

REPARACION

Ella tenía la vida muy hecha en París y Bretaña, pero dio un nuevo paso. Al cabo de los años pensó: "¡Qué pinto yo en Francia, si toda mi vida he soñado con volver a España! Aquello era una evidencia pasional, y había que llegar hasta el fondo. Fue como una reparación que no pudo hacer mi padre, un republicano nacido en Avila, que también tuvo que marcharse de aquí cuando la guerra".

La autora no añora a Francia --el castellano, dice, es el idioma de su afectividad, del corazón-- pero la música del francés "me hace mucha falta". Escribe en esa lengua y está muy en contacto con la Asociación de Profesores de Francés de Aragón, fundada en 1982 y presidida por Isabel Yangüela Martínez, con miembros tan activos como Mich¨le Jean, con quien prepara un recital de poesía sobre Perrault.

Adelaida Blázquez --Blásques, en el país vecino-- afirma que siente cierta esquizofrenia cultural : "Me criaron en Bélgica, donde aprendí francés y neerlandés; mi madre me enseñó alemán; yo me casé con un poeta húngaro, y también aprendí italiano e inglés". El húngaro es uno de los idiomas más difíciles de Europa. Durante meses, ella lo aprendió a escondidas en su casa para darle una sorpresa a su marido en Navidad: "En una fiesta con amigos empecé a traducir sus poesías. Todos se empezaron a tronchar. Yo no entendía aquella reacción, pero resulta que había aprendido con una gramática de 1800 y mi húngaro era anticuadísimo".

El matrimonio se rompió después y Adelaida se marchó a París. Allí comenzó una peripecia humana y desempeñó varios oficios: obrera, criada, niñera, intérprete, traductora, modelo, actriz y periodista. Pero siempre fue escritora, su única meta. La escritura como afirmación, como algo imprescindible y como exigencia personal. "Ahora estoy escribiendo una novela que comenzó como un diario. Hay una parte de París y otra de España, Los castillos en España, una frase que en Francia equivale a emplear aquí la expresión castillos en el aire. Cuando un caballero galo pretendía títulos de nobleza se decía que debía ir a España a conquistar un castillo. De ahí viene la frase".

En esta obra suya se cuela la gracia de los españoles, "que no es el humor contra el otro (ironía), sino el humor negro contra las fatalidades. Esto es algo que me encanta de aquí, la capacidad de reírse de todo". En el libro figuran asuntos variados, como la contundente respuesta popular que se produjo contra la invasión de Irak.

"Mi literatura es bioficción, trabajo a través del espesor de mis fantasmas, de datos reales de la vida, aunque yo nunca he sabido dónde está la realidad". Declara que le entusiasma unir géneros, mezclarlos. Con la literatura explora sus límites. Y no falta el humor, que "es la tabla de salvación para las fatalidades de la especie".

Adelaida fue muy amiga de Sol Acín y también de Katia. A Sol la conoció en tiempos difíciles. "Ella tenía mucho talento para la pintura, la poesía... pero le tocó vivir una vida muy dura; tuvo que arrastrar siempre lo que les sucedió a sus padres. Era mi mejor amiga".

--¿Sol Acín era una mujer difícil de olvidar?

--"Sol era una mujer imposible de olvidar. Mi mejor amiga", responde.

Una amiga que le conectó con Zaragoza, la ciudad que la escritora escogió después para su regreso, para asentarse definitivamente instalando en suelo español, en ese castillo en el aire que ella soñaba cuando era niña.