«Los focos me sientan muy bien. No sabría vivir sin el teatro, mi pasión. Si no puedo estar arriba de un escenario, no sé vivir. Lo heredé de mis antepasados. Si paro, me aburro que me mato. Yo no quiero descansar». Lo decía Arturo Fernández, el eterno galán teatral y televisivo, hace solo tres años, cuando hablaba sobre longevidad en los escenarios. Ayer jueves murió en Madrid, a los 90 años.

El histórico donjuán del teatro español, conocido por sus ideas de derechas y criticado por sus actitudes de seductor machista, se ha mantenido fiel a sus principios y no frenó su intensa actividad profesional hasta que, en abril, unos problemas en la espalda le obligaron a cancelar su última obra, la comedia Alta seducción, que protagonizaba, dirigía y producía.

Fernández, que el 21 de febrero alcanzó los 90 años, dejará para el imaginario colectivo nacional la figura del conquistador de la muletilla «chatín» y «chatina», que tan buen resultado le dio sobre las tablas y en sus telecomedias, como Truhanes, Como el perro y el gato y, sobre todo, La casa de los líos. Pero también será recordado por su rechazo a Podemos y sus comentarios hacia las mujeres. «Ahora está prohibido casi todo, hasta piropear a una mujer», se quejó en alguna ocasión.

INFANCIA DURA / Nacido en Gijón en 1929, hijo de un anarquista que se exilió a Francia tras la guerra civil y de una obrera que lavaba botellas, desde los 12 años hizo lo que pudo para intentar aliviar el apuro económico de su familia. Trabajó en un taller electrotécnico, vendió corbatas, fue marinero, futbolista y boxeador durante dos años: se dio a conocer en el cuadrilátero como El tigre del Piles. Tan solo sufrió una derrota.

Inició su carrera en el cine en la década de los 50, primero como figurante y posteriormente, gracias al director Rafael Gil, con papeles algo menos discretos en películas cómo La guerra de Dios y El beso de Judas. Sus primeras interpretaciones estrella llegaron de la mano del realizador Julio Coll, con Distrito Quinto (1957) y Un vaso de whisky (1958). A la vez, iba ganando fama en el teatro, al que ha estado ligado casi hasta su muerte.

Su debut en un escenario fue en el Teatro de cámara y ensayo del dramaturgo Modesto Higueras. Se incorporó a las compañías teatrales de Conchita Montes y Rafael Rivelles. En ese tiempo inició la construcción de su galán, el personaje más recurrente en sus interpretaciones y que se ha dejado ver en escena desde La herencia (1957) hasta la contemporánea Alta seducción, que interpretó en el Teatro Principal de Zaragoza en 1991. Y es que en estas siete décadas de carrera, Zaragoza también fue habitual en sus paradas. En 1995, estuvo con Mejor en octubre y después volvió con La maleta en 1997 y con Esmoquin en el 2002. Ya en el 2010 interpretó en el Teatro Olimpia de Huesca La montaña rusa y en el 2016 Enfrentados en el Teatro Principal. Además, en el 2012 participó en el ciclo El café de tu vida.

Los dos amores conocidos en su vida han sido María Isabel Sensat y Carmen Quesada. Con la primera se casó el 22 de marzo de 1967 y tuvo tres hijos. Tras separarse de Sensat, Fernández comenzó a salir con Carmen Quesada.