Marlon Brando, monstruo sagrado de la pantalla y revolucionario por excelencia del cine estadounidense, acabó muriendo el jueves en Hollywood, la comunidad que despreciaba y de la que nunca quiso formar parte. Enfermo y reducido a la miseria, falleció a los 80 años en un hospital de Los Angeles pero su abogado, David J. Seeley no quiso revelar cuándo ni qué acabó con la vida del actor, porque "era muy celoso de su intimidad".

No obstante, un amigo de la familia comentó a la cadena televisiva Fox que la muerte de Brando se produjo a las 18.20 de la tarde del jueves, tras haber ingresado en el centro hospitalario el día anterior. En febrero del 2003, el actor recibió de los médicos el diagnóstico de una grave enfermedad del corazón que le auguraba poco tiempo de vida, y empezó a planear su funeral. Los detalles y la fecha en que tendrá lugar tampoco se hicieron públicos, ya que Seeley anunció ayer que se trataría de un servicio fúnebre estrictamente privado.

La desaparición del legendario actor ha copado inmediatamente los medios informativos de EEUU y ha dado la vuelta al mundo. Sin embargo, la comunidad cinematográfica se ha mostrado remisa a expresar sentimiento alguno por la pérdida de quien fue una de sus figuras más brillantes e imitadas, a pesar de su turbulenta vida, sus tres esposas y amantes que le dieron 11 hijos, su manifiesto desprecio hacia la profesión de actor y su errática carrera.

"Marlon hubiera odiado la idea de que la gente se lanzase a hacer comentarios sobre su muerte", explicó Francis Ford Coppola, que le dirigió en dos de sus películas más señeras, Apocalypse Now y El Padrino . Aún y así, Coppola no se privó de confesar su "pena por que se haya marchado". El actor James Caan, viejo amigo de Brando y compañero de cartel en El Padrino , añadió a través de un portavoz que el desaparecido divo "influenció a más actores jóvenes de mi generación que ningún otro, y cualquiera que lo niegue es que nunca ha comprendido la talla que tenía".

Brando pasó los últimos años de su vida convertido en un recluso en la casa que tenía en las colinas de Hollywood, subsistiendo a duras penas de los escasos réditos que aún le producía la cuarentena de películas que protagonizó, y de las pensiones que le pagaban la Liga de Actores Cinematográficos y la Seguridad Social, según han asegurado distintas fuentes en la Meca del Cine. Pocos se atrevían a visitar a quien había tratado a la profesión y a la industria del cine con el mayor desdén. "Interpretar es una profesión inútil y vacía", dijo una vez, al poner énfasis en que sólo hacía cine por dinero. "Si los estudios me pagasen por fregar el suelo lo mismo que por actuar, fregaría el suelo", recalcó. Al final, el mejor resumen de su trágica vida, que incluyó el suicidio de una hija y la cárcel para uno de sus hijos, lo hizo él mismo al asegurar que había "pasado muchos malos ratos, incluso siendo famoso y rico".