Buscando mi destino fue el título en España de Easy Rider (1969), filme fundamental del cine independiente estadounidense, cocinado entre Dennis Hopper y Peter Fonda. El destino es a veces caprichoso. 50 años después del exitoso estreno de aquella película en el agitado verano de 1969 (un mes y medio antes del asesinato de Sharon Tate y la celebración del festival de Woodstock), y en pleno apogeo de la película que Quentin Tarantino ha dedicado a aquel año crucial en la consolidación del nuevo Hollywood, Peter Fonda falleció el pasado viernes en su casa de Los Ángeles a consecuencia de las complicaciones derivadas de un cáncer de pulmón. Tenía 79 años.

No aparece en Érase una vez en… Hollywood, pero podría haberlo hecho, ya que su familia engarza el Hollywood clásico con aquel Hollywood renovador que contempla Taratino en su filme. El clan Fonda, una dinastía de actores y actrices que sintetiza en su misma existencia el cambio que experimentó Hollywood a finales de los 60.

Henry, Jane, Peter, Bridget… Henry, el patriarca, escribió algunas de las mejores páginas del cine clásico norteamericano. Jane y Peter le salieron contestatarios. Ella, tres años mayor que su hermano, se radicalizó después de la época en que fue pareja y actriz de Roger Vadim: de sex symbol galáctica en Barbarella, pasó a pronunciarse contra la guerra de Vietnam y trabajar con Jean-Luc Godard. Él prefirió el cine periférico de Roger Corman, lejos del Hollywood que representaba su padre. Bridget, su hija, ha tenido una carrera balbuciente. Ella sí trabajó a las órdenes de Tarantino en Jackie Brown.

Antes de producir, coescribir y coprotagonizar Easy Rider, la película que alertó a los viejos estudios de Hollywood que podían tocarse otras temáticas con un estilo distinto y tener éxito, Fonda fue, como actor, una pieza recurrente de la serie B de Corman. Destacan dos películas: Los ángeles del infierno (1966), centrada en las bandas de moteros, en la que Peter, hijo díscolo de Henry, compartía protagonismo con Nancy Sinatra, hija díscola de La Voz; y The trip (1967), con guion de Jack Nicholson, centrada en una experiencia lisérgica.

Peter había intervenido en filmes importantes como Lilith (1964), de Robert Rossen, junto a Jean Seberg y Warren Beatty. Con su hermana Jane coincidió en el episodio de Vadim para el filme colectivo Historias extraordinarias (1968), según cuentos de Edgar Allan Poe.

UNA BUENA PRESENCIA

Peter Fonda nunca fue un gran actor, pero sí logró ser una buena presencia. Es evidente que la mítica alrededor de Easy Rider le benefició y a la vez vampirizó. Para muchos era, simplemente, el Capitán América, nombre que recibe su personaje en la película. Consciente de sus limitaciones, nunca se enroló en grandes producciones y prefirió desarrollar su carrera al margen del sistema.

Probó la dirección en algunos títulos estimables como el wéstern Hombre sin fronteras (1971). Ligado aún a la productora de Corman, protagonizó uno de los primeros filmes de Jonathan Demme, Luchando por mis derechos (1976), en el que encarnó a un Robin Hood de los tiempos modernos.

La imagen hippy de Easy Rider le perseguiría. En Encuentro en Marrakech (1973), del veterano Robert Wise, dio vida a un desertor de la guerra de Vietnam que se enamora en la ciudad marroquí de una modelo neoyorquina. En la indecente Mary y Larry el loco (1974) fue un piloto de carreras que no duda en cometer delitos para financiar su coche. En Carrera con el diablo (1975), coprotagonizada con su amigo Warren Oates, otro actor fronterizo, se enfrentó con una secta satánica. En Outlaw blues (1977) fue un músico exconvicto que persigue a una estrella country por haberle robado una canción.

En los 80 apareció en producciones alemanas, japonesas, italianas y canadienses. De vez en cuando podía vérsele, en papeles secundarios, en pequeñas obras de culto, caso de Nadja (1995), de Michael Almereyda, o el thriller abstracto El halcón inglés (1999), de Steven Soderberg. O lo rescataba John Carpenter para un cometido en el 2013: Rescate en L.A. (1996).

No paró de trabajar, en películas y telefilmes, hasta principios del 2019 (su filmografía asciende a más de 100 títulos), pero ninguno de estos trabajos hará olvidar su viaje en moto por la América profunda junto a Dennis Hopper, con quien también colaboró en The last movie (1971), delirante filmación del rodaje de una película imaginaria en la selva peruana.